Thursday, June 19, 2008

(TENSA) ESPERA

Dice la voz popular que quien espera, desespera. Pero en cierta ocasión escuché a Cela decir que, en este país, quien resiste, gana. ¿A qué viene todo esto? A la observación de que habitamos la sociedad de la impaciencia, de lo inmediato, de lo instantáneo. Hoy me he levantado luterano, vaya.

Hace años los melómanos adolescentes pasábamos meses de espera para conseguir un disco del que habíamos leído o nos habían comentado. El único mosqueo serio que recuerdo con mi amigo David fue cuando servidor retuvo durante una tarde (para copiarla) una cinta de los Clash, que alguien me había pasado para que se la diera. El cabreo fue mayúsculo; y con razón: el hombre llevaba semanas esperando aquella casete. Ahora, la chavalería tiene acceso a las discografías más ignotas con un golpe de ratón. Los envidio y no. Porque hace años recibíamos el descubrimiento de un nuevo grupo o la compra de un disco largamente codiciado como lo que era: un advenimiento, un suceso cósmico, aquello que cambiaría para siempre el curso de tus días. Ahora, el personal almacena en su disco duro canciones y más canciones para jamás escucharlas. Está fenómeno que las cosas se obtengan cada vez con menos esfuerzo, pero el esfuerzo supone una parte importante del valor que les damos. Conclusión: las cosas, la música pongamos por caso, cada vez importa menos.

No es de extrañar, pues, que el modelo dominante sean programas concurso: unas semanitas en la academia y adiós a las asfixiantes salas de ensayo, a cargar con los instrumentos, a los bolos en lupanares vacios, a los públicos hostiles, al sobar en la furgoneta… No voy a entrar a criticarlos, ya tienen bastante los pobres con esa mascarada en la que convierten sus vidas y que en pocos años alimentará espacios al estilo “¿Qué paso con…?”.

Otra anécdota con David, de la época en que nos trasformabamos en D.J. López & D.J. Vázquez: Dada la impuntualidad del personal siempre pasábamos alrededor de una hora pinchando música con la sala vacía temiendo que, esta vez sí, no vendría nadie. Qué gusto cuando al cerrar la sesión a ritmo de Chimo Bayo veíamos la pista a reventar. La espera había merecido la pena.

Continuará…



13 comments:

Anonymous said...

jajajaja pero qué bueno!

eso es dar valor a las cosas :)
C.

Miguel B. Núñez said...

Yo no coincido con tu analisis. Yo por lo que veo en los pocos jovenes que trato -gente de 13, 14 años- he visto que sí que se bajan discos, pero no tantos como yo o cualquiera de mi edad. Creo que somos nosotros, los mas mayores los que hacemos eso que dices, acumular para no escuchar del todo. Pero ellos se bajan mucho menos porque seleccionan más y se los escuchan hasta que se han aprendido hasta las comas y los puntos. Así lo he visto en el hijo de mi primo que anda por los 14 y en la hermana de Raquel que es poco mayor. Y creo que disfrutan de la misma excitación que nosotros, sólo que para ellos, el objeto físico ya no es muy importante. A mi esto me parece un avance. Para el hijo de mi primo la discografia de Barón Rojo le supuso un subidón de órdago -y para mí cuando me lo dijo, jejeje- al igual que un concierto que no para de ver de La Excepción. Y me recordó mucho a mis noches sin dormir ante el televisor viendo videos de Alice Cooper una y otra vez. Yo, al contrario de lo que dices, creo que ahora la música importa tanto como siempre. Una cosa son las formas y otra el fondo y la chavalería se deja el culo cuando persigue a un músico, igual que lo hacíamos nosotros.

mario said...

Ustedes es que tiene unos sobrinos muy espabilaos, señor núñez, pero yo si que he sido testigo de bastantes casos de descargas acumulativas que no entiendo. En todo caso, me alegro si me equivoco: la compulsión no suele ser buena casi nunca.
A ver si un día sacamos un hueco para un café.

Anonymous said...

que vuelvan DJ LOPEZ y DJ VAZQUEZ!!!!

una unica actuacion!!!

una reunionnnn!!!!!

FREE TIBET 2, THE REVENGE!!!!

Patrice said...

Me ha encantado el texto, es una cosa que he hablado muchas veces con mis amigos, familia...
Para mí das en el clavo con el análisis. La espera es necesaria para valorar las cosas. Disfruto (y creo que en general todo el mundo lo hace), cuando llevo semanas para ir a un concierto; o cuando me compro un billete de avión que no utilizaré hasta dentro de dos meses. Hoy en día todo es inmediato: lo quiero, lo tengo. Y las cosas pierden inevitablemente su valor, porque están siempre a nuestro alcance, en cualquier momento y lugar.
Me gusta tener que esperar, a pesar de ser de naturaleza impaciente, y que la espera, cómo no, me desespere...
:)

Miguel B. Núñez said...

¿No será que valorais el sufrimiento y el sacrificio? aunque sea pequeñín...
:)



Oye, y en lugar de café mañanero que sea de sobremesa un finde y así viene Pat... que vosotros tanto valorar la espera que al final os vais a conocer de viejunos!!

mario said...

joder, miguel, estás sembrado. Pero se agradece que te hagan pensar. Podría ser lo de valorar el sufrimiento al fin y al cabo uno es agnóstico por la gracia de dios, al estilo de Buñuel, y puede que aún no me haya desprogramado del todo. Pero más bien creo que debido a mi temperamento idealista (no es un piropo, es un hecho) disfruto demasiado la anticipación. A veces, más incluso que el suceso, en sí. Todo un drama.

Ale! ya lo has descubierto: esa es la continuación del artículo que pienso escribir.

A lo del café te digo desde ya que sí. Que hay ganas de conocer a la señorita Patri. A ver si termina esta semana infernal y nos organizamos.

Patrice said...

Jeje, será eso, Miguel, será!
pero no me digas que tú no valoras ni disfrutas en absoluto la espera, porque no me lo creo!!

Por supuesto, digo sí al café, que ya va siendo hora de conocernos! :)

David said...

JAJAJAJAJAJAJAJA Me parto! Pues sinceramente, no recuerdo ese cabreo, pero es que no me extraña!! cómo te atreviste??!! ;DD

Lo único que sé es que la música es maravillosa (y qué voy a decir, mejor si es de calidad), y confío en que quien la reciba de una u otra manera sepa apreciarla. Puedo asegurar que nosotros sabemos hacerlo.

Esos momentos de soledad en la cabina, mirando una pista vacía, mientras pinchábamos temazos que nos ponen los pelos de punta... Estábamos pinchando para nosotros, qué gran premio!

Gracias, man, por todos esos momentos de años.

Silvia Grijalba said...

Yo creo que hay un poco de las dos cosas, del ansia acumuladora y también de la excitación de oír por primera vez un disco difícil de conseguir. Yo odio esa actitud típica de todas las generaciones del "nosotros sí que nos sabíamos divertir, estos jóvenes son unos atontados" pero sí que creo que influye en el entusiasmo de oír un disco que hubiera sido complicado conseguirlo, algo que ahora no sucede, pero estoy de acuerdo con Miguel en que gente de 13 o 14 años oye, hasta rayar el mp3, las canciones que les gustan.
A mí lo que más gracia me hizo fue hace poco el comentario de la hija de un amigo que casi como mi sobrina, que, por mucho que le explicábamos que tenía sentido hacer un disco con 12 canciones a ella no le entraba en la cabeza, a sus 11 años pensaba que lo lógico era hacer canciones sueltas y colgarlas en internet... yo al final empecé a dudar si ella, lo mismo, era la que tenía razón...

Raquel Márquez said...

Mmmmmm. Os doy mi opinión, es largo, sorry, me emociono y barro para casa.

Confieso que a mí la idea de que la espera da valor a las cosas me cabrea un poco, porque la veo claramente conservadora, anti-progreso. Me parece que es exactamente el mismo argumento en el que se apoyan mis abuelos para criticarme la libertad sexual que tanto hubieran deseado para su juventud.

Claro está que si no podemos disfrutar un placer (porque la sociedad lo prohíbe, o porque la tecnología de la época no lo permite -en tu ejemplo cuando no había descargas por internet; en el ejemplo del sexo, podría ser cuando no había condones-...) en nuestra cabeza la idea de ese placer toma más "valor", pero eso para mí es muy negativo. Si no tienes experiencia sexual piensas que el sexo es increíble, y cuanto más tarde pierdas la virginidad, cuanto más esperas, más valor tiene en tu cabeza (o en toda una sociedad puritana) la idea del sexo. Llevado al extremo acabas obsesionado y envenenas el futuro placer con ideas innecesarias de culpabilidad que sólo te han servido para justificar tristemente la ausencia de placer. Aunque suene exagerado, yo creo que siguiendo tu argumento a rajatabla habría que concluir que la Inglaterra victoriana disfrutaba de menos sexo, pero mejor. Y oye, igual cuando follaban lo flipaban más que yo, pero qué queréis que os diga, yo prefiero que me dejen a mí probar y elegir cuántos polvos quiero, y cuándo.

Y si los chicos de ahora tienen 10.000 discos entre los que elegir pues jo, en principio mejor, ¿no? Más opciones de placer. Nuestros bisabuelos criticarían el CD igual que tú haces ahora con las descargas: demasiado fácil, demasiado “sin magia”, demasiado.... moderno. Y no me parece una teoría muy constructiva, la verdad. Dejemos libertad y poder to the people :D Y si los "valores" salen malparados (cosa que dudo porque creo que cada uno es capaz de crearse sus propios valores a pesar de la sociedad) pues que se chinchen. En nombre de los valores se hacen cosas tan absurdas como despreciar el placer...

mario said...

Vayamos por partes.

David: Te refresco la memoria. Se trataba de una de esas cintas del hermano de Cuevas que tan encarecidamente le rogábamos que nos pasara. pero me alegro que lo hayas olvidado, pensé que jamás me devolverías la palabra. Por lo demás el agradecimiento es mutuo, salao.

Silvia: A mí también me dan cien patadas las expresiones de prepotencia tipo "nosotros nos lo pasabamos mejor". Sobre todo porque cuando las he sufrido siempre pensaba "sí. correr delante de los grises y entonar Al Vent debe ser el summum de la diversión". Por eso me he cuidado mucho de no expresar algo parecido. a lo que me refería en el texto y quizás no enfoqué bien, es al cambio de actitud en cuanto a lo musical que han propiciado las nuevas tecnologías, que si bien tiene su lado bueno (a los que vivimos en 20 metros cuadrados la abolición del soporte, que decía Miguel, no nos puede parecer sino una bendición), también posee un fondo de compulsión/acumulación que no comparto y me parece tan ridículo como esas manadas de ancianos que, tras pasar las hambrunas de la posguerra se lanzan al asalto de un buffet libre como si no existiera el mañana.

Raquel: Como decía en la entradilla, me levanté luterano. Y vamos a discrepar. Entiendo tu razonamiento y en cierto modo lo comparto, con un matiz. En todos los ejemplos que me citas hay represión hacia ciertas actitudes. Repito lo que le dije a Silvia: tal vez no me expresé bien pero no me refería exactamente a una cuestión generacional. Y tal vez sea cierto lo que dice Miguel que es una actitud que se da más entre treintañeros que entre quinceañeros pero (y este fue el detonante de la entrada), a mí me parece que esa descarga masiva de música que muchos llevan a a cabo me parece entre ridícula y paranoica. ¿Qué piensan? ¿que se va a acabar internet y que lo que no esté almacenado en sus discos duros se perderá para siempre? Por otra parte, y la experiencia (que lo desvirtua todo) a mi me demuestra que el esfuerzo (la espera, en este caso) en muchas ocasiones nos ayuda a valorar las cosas en su justa medida. Y no solo magnificándolas como en la casa de Gran Hermano. No pocas veces me ha pasado lo contrario: pensar "Pues tampoco era para tanto".

mario said...

Y muchas gracias a todos por pasar y criticar con tanta solvencia y sin faltar.