Monday, March 31, 2008
FELICIDAD
La otra tarde, mientras miraba fotos antiguas en casa de unos amigos, pensaba en lo escurridizo de la felicidad: un sentimiento del que solo somos conscientes cuando se haya ausente.
Wednesday, March 26, 2008
CONCESIONES
En uno de los mejores capitulos de la serie Seinfeld, George Costanza, sin oficio ni beneficio, planta a los ejecutivos de la NBC, durante una reunión, porque le proponen unos cambios en su proyecto de una serie sobre “nada”.
Qué envidia. No hay peor concesión que la de rebajar el talento para estar a la altura.
Qué envidia. No hay peor concesión que la de rebajar el talento para estar a la altura.
Monday, March 24, 2008
MIL DOLORES (GRANDES Y PEQUEÑOS)
No hace una semana las calles de Madrid y las de otras cuantas ciudades se llenaron de manifestaciones de dolor. La celebración de Semana Santa tiene un mucho de folclórico pero es una buena ocasión para reflexionar sobre el dolor, la muerte y la religión, tres elementos muy vinculados.
Padezco dos traumas infantiles: el flamenco y la Semana Santa. La inmersión en estos ámbitos, a una edad demasiado temprana, me provocó un rechazo que aún colea. Los intentos de mi familia andaluza por integrarme en tales ritos provocó la reacción contraria: ante el histrión opté por el estoicismo y la flema; y en esas andamos.
Me parece interesante la tesis del periodista José Antonio Alés sobre el miedo: propone que la exposición controlada a contenidos más o menos terribles es un entrenamiento. Libros, películas, o emisiones radiofónicas no hacen sino prepararnos para lo que vendrá. Por mucho que intentemos pertrecharnos contra la fatalidad, antes o después nos asaltará y más vale estar prevenidos. Esto no debe interpretarse como una llamada al pánico sino al sentido común.
Con el dolor y en última instancia, la muerte sucede algo semejante. Por mucho que hagamos nunca estaremos preparados para enfrentarlos. Quizás las procesiones de Semana Santa, con su profusión de imaginería doliente, no cumplan otra función que prepararnos para lo peor, para el día en que nos asomemos al sinsentido de lo finito en un universo que parece no conocer límites.
Boecio lo vio cristalino: Uno de los principales motores de la filosofía es salvaguardarnos del azar. La búsqueda de ese “centro de gravedad permanente” que nos sujete frente a la fuerza centrífuga de la vida. Mucho antes la religión ya cumplía esa función y, a tenor de lo visto estos días en las calles, prosigue vigente. Pero, ay, la religión es cuestión de fe y servidor hace ya mucho que tuvo su pertinente crisis, con lo que sólo me queda la consolación de la filosofía frente a los envites de la vida.
Si es mala de veras, nunca se deja atrás una mala racha. Esto no significa que debamos instalarnos en un pesimismo tautológico; todo lo contrario: no queda otra que detenerse a curar las heridas que determinados sucesos infligen en el alma y asumir que tendremos que vivir el resto de nuestros días con una cicatriz en el costado.
Padezco dos traumas infantiles: el flamenco y la Semana Santa. La inmersión en estos ámbitos, a una edad demasiado temprana, me provocó un rechazo que aún colea. Los intentos de mi familia andaluza por integrarme en tales ritos provocó la reacción contraria: ante el histrión opté por el estoicismo y la flema; y en esas andamos.
Me parece interesante la tesis del periodista José Antonio Alés sobre el miedo: propone que la exposición controlada a contenidos más o menos terribles es un entrenamiento. Libros, películas, o emisiones radiofónicas no hacen sino prepararnos para lo que vendrá. Por mucho que intentemos pertrecharnos contra la fatalidad, antes o después nos asaltará y más vale estar prevenidos. Esto no debe interpretarse como una llamada al pánico sino al sentido común.
Con el dolor y en última instancia, la muerte sucede algo semejante. Por mucho que hagamos nunca estaremos preparados para enfrentarlos. Quizás las procesiones de Semana Santa, con su profusión de imaginería doliente, no cumplan otra función que prepararnos para lo peor, para el día en que nos asomemos al sinsentido de lo finito en un universo que parece no conocer límites.
Boecio lo vio cristalino: Uno de los principales motores de la filosofía es salvaguardarnos del azar. La búsqueda de ese “centro de gravedad permanente” que nos sujete frente a la fuerza centrífuga de la vida. Mucho antes la religión ya cumplía esa función y, a tenor de lo visto estos días en las calles, prosigue vigente. Pero, ay, la religión es cuestión de fe y servidor hace ya mucho que tuvo su pertinente crisis, con lo que sólo me queda la consolación de la filosofía frente a los envites de la vida.
Si es mala de veras, nunca se deja atrás una mala racha. Esto no significa que debamos instalarnos en un pesimismo tautológico; todo lo contrario: no queda otra que detenerse a curar las heridas que determinados sucesos infligen en el alma y asumir que tendremos que vivir el resto de nuestros días con una cicatriz en el costado.
AMOR SUBTERRÁNEO
Desde hacía meses, coincidían cada mañana en el mismo vagón del metro. En ocasiones, ella se retrasaba y él esperaba en el andén hasta que llegaba. Dentro del vagón se miraban intensamente a los ojos durante todo el trayecto. La tensión sexual era tan palpable que, de no ser por el resto de viajeros, se abalanzarían el uno contra el otro. Por fin, una mañana se armó de valor y decidió abordarla:
Rozó suavemente su hombro y le dijo– Hola, mi nombre es José Andrés.
- ¡Deja de acosarme de una vez , pirado!
Rozó suavemente su hombro y le dijo– Hola, mi nombre es José Andrés.
- ¡Deja de acosarme de una vez , pirado!
Tuesday, March 18, 2008
CUATRO ELEMENTOS
Aquí estoy de nuevo, paseando a primera hora por la Plaza de España. Claro que echo de menos el sonido de las olas, pero por un bendito instante el AGUA de la fuente me protege del ruido del tráfico, respiro el AIRE fresco de la mañana y la incipiente luz del sol me recuerda el calor de las noches frente al FUEGO de una hoguera. Después avanzo por un camino de TIERRA, hacía la oficina. Me esperan el teléfono, los números, las prisas, las entregas… pero aún por un instante más, como el que remolonea en el lecho, puedo entregarme al privilegio del aquí y ahora.
TRATADO DE LAS BAJAS PASIONES
La carencia de vitalismo conduce a la depresión o al cinismo. La depresión produce parálisis; el cinismo, envilecimiento. El envilecimiento es lo más semejante a la estupidez.
Monday, March 17, 2008
CAIDA LIBRE
Puedes aferrarte a una rama para salvarte de una caída libre pero, si lo haces durante demasiado tiempo, terminara por quebrarse.
Tuesday, March 11, 2008
LA RULETA DEL PÁNICO
Merced a su esfuerzo y talento, Federico había levantando un imperio desde la nada. Una noche, tras cerrar un sustancioso negocio, decidió acudir al casino a relajarse. Sin embargo, al apostar en la ruleta empezó a experimentar mareos. No era por la cuantía de la apuesta: podía perder esa cantidad, una y mil veces, sin despeinarse. Pero el movimiento de la bolita sobre las casillas de la ruleta le llenó de tal inquietud que llamó a su chofer para que le devolviera a su casa.
A la mañana siguiente, intentó fingir que nada había pasado pero, en el coche de camino a su empresa, comenzó a hiperventilar y volvieron las nauseas. Empezó a temer que el vehículo se estrellara antes de regresar a su domicilio. No podía dejar de pensar en aquella maldita bola girando sobre la ruleta. Pasó varios días confinado en casa fingiendo una indisposición y, cuando el pánico a sufrir un accidente se hizo insuperable, mando instalar un equipo de videoconferencia para atender sus negocios desde el domicilio. Pero no fue suficiente: cada vez que sus hijos partían hacía el colegio, temía que un cascote o una maceta los alcanzara en el camino y no se calmaba hasta verlos regresar por la tarde. Contrató los mejores instructores y los niños comenzaron a recibir sus clases en el hogar. Su mujer fue conminada a abandonar las numerosas actividades con que entretenía su tiempo libre, por temor a que se ahogase en la piscina o sufriese una caída del caballo. Mantenía a su familia en un estado de amoroso secuestro, pero la ruleta seguía girando dentro de su cabeza. Empezó a obsesionarse con la posibilidad de sufrir un asalto en su residencia y contrató los mejores sistemas de seguridad. Por las noches obligaba a su familia a descansar todos juntos en la habitación del pánico construida al efecto.
Su mujer no tardó en abandonarle, cansada de marchitarse en aquella jaula de oro. Los hijos crecieron en el rencor contra el que les había privado de recreos y compañeros. Los negocios quebraron por culpa de su ausencia. Y en fin, Federico concluyó que el miedo le había condenado a la muerte en vida dentro de aquel mausoleo en que había transformado su mansión. Mientras, la ruleta seguía girando...
A la mañana siguiente, intentó fingir que nada había pasado pero, en el coche de camino a su empresa, comenzó a hiperventilar y volvieron las nauseas. Empezó a temer que el vehículo se estrellara antes de regresar a su domicilio. No podía dejar de pensar en aquella maldita bola girando sobre la ruleta. Pasó varios días confinado en casa fingiendo una indisposición y, cuando el pánico a sufrir un accidente se hizo insuperable, mando instalar un equipo de videoconferencia para atender sus negocios desde el domicilio. Pero no fue suficiente: cada vez que sus hijos partían hacía el colegio, temía que un cascote o una maceta los alcanzara en el camino y no se calmaba hasta verlos regresar por la tarde. Contrató los mejores instructores y los niños comenzaron a recibir sus clases en el hogar. Su mujer fue conminada a abandonar las numerosas actividades con que entretenía su tiempo libre, por temor a que se ahogase en la piscina o sufriese una caída del caballo. Mantenía a su familia en un estado de amoroso secuestro, pero la ruleta seguía girando dentro de su cabeza. Empezó a obsesionarse con la posibilidad de sufrir un asalto en su residencia y contrató los mejores sistemas de seguridad. Por las noches obligaba a su familia a descansar todos juntos en la habitación del pánico construida al efecto.
Su mujer no tardó en abandonarle, cansada de marchitarse en aquella jaula de oro. Los hijos crecieron en el rencor contra el que les había privado de recreos y compañeros. Los negocios quebraron por culpa de su ausencia. Y en fin, Federico concluyó que el miedo le había condenado a la muerte en vida dentro de aquel mausoleo en que había transformado su mansión. Mientras, la ruleta seguía girando...
Thursday, March 06, 2008
JORNADA DE REFLEXIÓN
Palabras del antropólogo Manuel Delgado, al que cito a menudo:
Si, de verdad, utilizáramos la jornada para reflexionar, al día siguiente no votaba nadie.
Amén.
Si, de verdad, utilizáramos la jornada para reflexionar, al día siguiente no votaba nadie.
Amén.
Tuesday, March 04, 2008
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