Thursday, November 30, 2006

HECHOS CONTRA EL DISCURSO

Me embarga estos días cierta sensación de déjà vu: no es la primera vez que soy testigo de cómo,cuando el tiempo arrecia, los gallos cesan en su cacareo mientras los discretos sacan pecho.

Una de las primeras lecciones que aprendí de crío fue la desconfianza en los discursos si no vienen avalados por los hechos. Tal vez, por esto nunca me interesó la metafísica. Siempre intento distinguir entre lo que oigo y lo que veo; y en caso de duda siempre tomar partido por lo segundo.

A lo largo de la vida he tenido la desgracia de toparme con demasiados discursivos: personas que, sin ser invitadas, me dan la murga hasta la jaqueca y después se deshinchan a la hora de medir sus palabras con la realidad. Ahora, solo pido que me dejen en paz; pero cuando les veo recular frente a las circunstancias, apenas puedo reprimir el deseo de recetarles una lavativa con sus banderas del Che.


Wednesday, November 29, 2006

SIMBAD

Era considerado un artista entre los suyos. El macho-alfa cuyo semen se disputaban las hembras en celo. En los carteles aparecía fiero, majestuoso, arrogante: el único capaz de atravesar cinco aros de fuego seguidos. Sin embargo, aquel león de circo, sólo experimentaba el tedio de repetir cada tarde la misma función.

Tuesday, November 28, 2006

ELOGIO DE LA IMPUNTUALIDAD

Tengo una amiga que padece de impuntualidad crónica. Le resulta imposible organizarse con el tiempo. No importa que seas previsor y en tus cálculos descuentes su seguro retraso, siempre te hará esperar. En más de una ocasión mi falta de paciencia ha provocado cabreos que a punto han estado de mandar la cita al traste. Qué imbécil: Ella es impuntual del mismo modo que es castaña o de ojos oscuros.

Pero desde hace un tiempo ya no me incomoda esperar. He descubierto que los impuntuales con su descuido nos hacen el más valioso de los regalos. En esta sociedad de agendas repletas, donde las agujas del reloj se han transformado en una guillotina que cercena a su paso momentos irrecuperables, los impuntuales nos conceden tiempo. En lo que dura una espera uno puede contemplar el paisaje con la placidez del que ya ha llegado, planear la lista de la compra o inventar la próxima tontería que escribirá en su bitácora. Además de degustar la anticipación del encuentro.

Monday, November 27, 2006

COINCIDENCIAS

No debería creer en el destino. En mi experiencia he comprobado que la única inteligencia demostrable es de orden racional (entrecomíllese inteligencia tanto como como se quiera). Sin embargo, ya van unas cuantas veces que mi vida ha cambiado drásticamente de rumbo debido a una serie de acontecimientos inconexos.

Me resulta tan llamativa la tendencia a agolparse de sucesos trascendentales que es inevitable la tentación de dotarlos de algún sentido. No tengo ningún argumento para defender tal afirmación. No puedo explicar de dónde proviene el mensaje. Ni tan siquiera soy capaz de descifrar lo qué significa. Pero llevaba tiempo rumiando cambios; y se están sucediendo.

Tal vez sólo sea un espejismo orquestado por mi cerebro para no perder su cordura, para enfrentarme sin miedo al futuro . Y si así fuera qué, bienvenido sea.

Sunday, November 26, 2006

¡COF! ¡COF!

Toda la culpa la tenían el CSI y los documentales con animaciones tridimensionales. Ahora, cada vez que alguien a su alrededor sufría un ataque de tos, le resultaba imposible no imaginar un torrente de diminutas partículas de colores que se lanzaban como un tsunami a colonizar su aparato respiratorio.

- De seguir así, acabaré como uno de esos pirados que van por la calle con mascarilla- pensaba mientras escapaba a la otra punta del autobús, espantado por las toses de su compañera de asiento.

Thursday, November 23, 2006

GH CUM LAUDE

Uno de los escasos programas que sigo en la tele es el Gran Hermano. Confieso que el formato me ganó desde el primer minuto de la primera edición. Recuerdo que el día siguiente de estrenarse el concurso, acudí a la habitación de mi hermano, que estaba abonado al canal 24 horas, y le pregunté ¿Se han despertado ya los concursantes? Al fin, durante la gala de anoche se me ocurrió la tontería definitiva para desarmar a todos los que me dan la turra con que no me pega ver semejante programa.

La historia podría titularse Gran Hermano Cum Laude y entrarían en la casa las grandes luminarias de este país y sería de un intelectual que lo flipas. Sería glorioso ver a Punset despertarse con el pelo en plan Krusty el payaso, a Savater nominando a Bueno porque pasa de la prueba semanal, a Trapiello escondiendo el último yogur para putear al Monzó, a Dragó cagándose en Buda, Krisna y el resto de deidades después de una semana de tridieta o a Marina rogándole al súper una hora sin cámaras para amagarse con la Matute porque en la casa, ya lo sabemos, todo se magnifica.

Lo dejo aquí. Me voy corriendo al registro de la propiedad intelectual antes de que Endemol me lo pise.

OIGA, DOCTOR

Estoy seguro de que pone más pasión cuando revisa su quiniela que cuando lee los resultados de mis pruebas de riñon.

Wednesday, November 22, 2006

EREMITAS

En aquel tiempo en que las vacaciones se dilataban durante meses interminables, hubo varios veranos en Córdoba que han quedado difuminados en mi memoria como una sucesión de días ociosos de sol y piscina, entre los cuales sólo destaca alguna experiencia muy vivida. Una de ellas es la excursión que emprendimos en familia hacia una recóndita ermita erigida en lo alto de la Sierra del Brillante. Aquella ascensión era todo un reto para un niño de siete u ocho años pues se tocaba cumbre mediante una cuesta que salvamos casi trepando. Una vez en lo alto, se accedía a un modesto monasterio habitado en tiempos por una comunidad de ermitaños dedicados en exclusiva a orar y contemplar. Recuerdo la fascinación que experimenté ante tal descubrimiento y la historia de un monje que se hacía acompañar de una calavera con la leyenda “Como te ves yo me vi, como me ves te verás”.

Lo cierto es que desde entonces me han interesado los eremitas. Tiempo después de aquella excursión pasé ratos estupendos junto a Robinson Crussoe, leí y releí los versos de Fray Luis de León, aquellos de “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido...” y los de aquel pastor bucólico, Alberto Caeiro, surgido del interior de Pessoa. Aunque quizás mi favorito sea Thoreau que en su Walden hace una profusa crónica de lo acontecido en sus dos años de exilio de una sociedad con la que no comulgaba (medítenlo bien antes de lanzarse al texto: pueden terminar hasta la coronilla de los extensos pasajes sobre cómo se congela y descongela el lago del bosque). La mayoría de estas lecturas fueron tempranas, de antes de definir el reverso hostil de la sociedad. Me resulta curiosa tal intuición. Y aún más curioso que todas las personas que me han llegado al corazón lo han hecho respetando esta vocación.

Me parece poco recomendable el ideal del misántropo. Estamos programados para actuar en sociedad y aunque a veces se haga difícil, rechazar tal posibilidad supondría la amputación de uno de nuestros más valiosos atributos. Sin embargo, no siempre los grupos consiguen organizarse para propiciar un mayor bienestar del individuo y, como bien podría ser el caso, de cuando en cuando es bueno recluirse, replegarse a organizar las ideas, dado que la inercia de la grey es innegable. No obstante, en ocasiones, cuesta horrores lograrlo.

Tuesday, November 21, 2006

COMO UN FANTASMA

Agotada la pasión, ambos coincidieron que lo mejor era dar la relación por zanjada.

Durante las primeras semanas, se concedió todas aquellas licencias que, por respeto, se había negado en el tiempo que estuvieron juntos.

Una tarde, mientras vagabundeaba por el centro, dio de bruces con el mirador al que ambos se asomaban cada domingo. Y por la noche no consiguió conciliar el sueño. Sin saber bien como, durante los días siguientes se encontró recorriendo como un fantasma aquellos lugares que habían construido su geografía común: su parque favorito, la sala de cine en que se refugiaban los días lluviosos o la recoleta cafetería donde dilataban las sobremesas...

Y sin embargo, no conseguía volverla a amar.

Mientras descolgaba el auricular del teléfono, entendió que es antes la costumbre que el amor el cemento que mantiene unidas las relaciones.

Sunday, November 19, 2006

THE WINNERYS

Tirando de hemeroteca. Una cosa que escribí para los muchachos del partido...

http://www.diagonalperiodico.net/article2009.html?var_recherche=WINNERYS

Friday, November 17, 2006

MIS PEQUEÑAS ALEGRÍAS

Existen pocos músicos que admire como a Johan Sebastian Bach. Si en los últimos años he experimentado alguna sensación cercana a lo trascendente ha sido gracias a su obra. Indagando sobre la vida del genio encuentro muchos datos interesantes y uno de ellos me conmueve especialmente. Tras la muerte de una de sus esposas y varios de sus hijos, debido a las numerosas epidemias que asolaban el continente, angustiado por una economía precaria, desesperado, el músico anota en su diario: “Señor, no permitas que pierda mi alegría”. Si hubiera de elegir un mantra que repetir cada mañana, sería éste.

Desconfío de la felicidad. Me parece un sentimiento demasiado intenso, solo tolerable en ignorantes o imbéciles. Sin embargo, intento cultivar la alegría; las alegrías prefiero llamarlas. Pequeños placeres que me amarran al aquí y ahora dotándome de fuerzas para seguir adelante. Tal vez fuera Herman Hesse quien me puso en la pista pero reconozco que no estoy llamado para las grandes causas. Y con los años cada vez me afirmo más en mi vocación hacia las cosas menudas y sencillas.

Amanecer sin ningún dolor y con las ideas ordenadas, recibir un mensaje desde la distancia, salir a la calle, enfilar una acera soleada en una mañana de frío, desviarme de mi camino para sentir el aroma de la tahona, entrar a un café, que la frutera continúe tratándome como a un hijo, vagabundear por las calles del centro y entrar en comercios insólitos a comprar tres o cuatro bagatelas que no necesito, localizar una plaza apartada y ojear la prensa sin que una obra taladre mis tímpanos, cocinar y aún sacar un rato para poder escribir, implorando a un dios en el que no creo para que preserve mis alegrías.

Tuesday, November 14, 2006

LINIMENTO ALLEN

Hace unas semanas quedé con un amigo para ver una peli. Nos debatíamos entre las últimas de Scorsese o de Allen y escogimos al primero, y hoy debo confesar que escondí una de las razones de mi elección. Y es que no conviene malgastar una película de Woody Allen. Aquel iba a ser un buen día de por sí: siempre resulta grato encontrarse con un viejo amigo. Era preferible reservar a Allen para esos momentos en que la vida arrecia, porque es uno de los mejores antídotos conocidos contra el desánimo.

El domingo, tras un fin de semana nefasto, entré a ver Scoop con la intención de amansar el ánimo y resultó una verdadera catarsis. Es muy difícil que este señor me decepcione: me gusta incluso su última incursión en el melodrama, Match Point, que tantos reproches le ha granjeado. Por fortuna, Scoop es una comedia de Woody Allen al uso. Quizás su trama sea más lineal de lo acostumbrado pero atesora las enormes virtudes de su último cine: actores en estado de gracia, arranques de superrealismo y, por encima de todo, unos diálogos brillantes que lograron devolverme la risa en un momento bastante difícil. A ratos, observaba la platea experimentando una enorme devoción por Allen: el Humor me resulta una de las virtudes más adorables, incluso por encima de otras como inteligencia o belleza. En muchas ocasiones, la única estrategia valida frente al absurdo de ser materia consciente y doliente.

P.D. Espero que este año le concedan de una vez el Oscar a Scorsese para que regrese al buen cine de antaño.

Monday, November 13, 2006

CARRERA SUBTERRÁNEA

Camino por un pasillo del metro a horas muy tempranas. Los horarios se repiten cada mañana con exactitud agotadora. Un día más, mientras realizo el trasbordo, retumba por las paredes del subterráneo el eco de un tren llegando al andén: sé que es el que recorre la línea en sentido contrario al mío; todos lo saben. Pero, en ocasiones, alguno de los viajeros que me rodean pierde los nervios y basta con que acelere el paso para que se produzca la estampida: una ridícula competición cuyo premio consiste en llegar jadeante a un andén vacío. A veces, incluso, me descubro peleando por no unirme a ellos. Somos una especie gregaria, pienso mientras los veo correr.


P.D.

Mañana, miércoles, si el tiempo y la autoridad no lo impiden...

HUMBERT HUMBERT
EMMEDIUM
DECAPANTE
REZNIK

Sala Gruta 77 a las 21.00 (hora Gruta)

Sunday, November 12, 2006

TECNO-TEDIO

Lo cierto es que inmersos en el reinado de Bill Gates I, en ocasiones, resulta difícil creer que aún exista gente que haya conseguido zafarse del significado ofimático de términos como ventana, carpeta o archivo. Por no hablar de todos los que andan sumergidos hasta el cuello en la corrala del myspace, los fotologs, blogs y demás. Y es que, a base de tanto inventar, el ser humano ha terminado por inventar hasta una nueva realidad; virtual, eso sí.

Desde luego no pretenden ser estas líneas una andanada contra el avance de la tecnología. Sería demasiado cínico arremeter contra internet desde un blog, incluso para mí. Lo que sí voy a confesar es el aburrimiento letal que me produce la tecnología como concepto.

Vivimos tiempos deslumbrantes que duda cabe. A veces pienso una tontería y es que las titulaciones académicas deberían estar mucho más cotizadas según avanzan los años: esto es, la cantidad de conocimientos que valieron el nobel a Ramón y Cajal serían comparable a la de un estudiante de tercero de BUP de mi época. Grosso modo: “Las ciencias avanzan que es una barbaridad”. Sin embargo ¿cuántos de estos avances sirven de algo más allá de los ámbitos académicos o profesionales? Cualquiera que haya sufrido una mudanza sabe la enorme mentira que esconde el dicho aquel de “El saber no ocupa lugar”. Pero más allá de la broma viene a mi cabeza la primera de las andanzas de Sherlock Holmes donde se exponía una singular teoría a la que sin otorgarle total fiabilidad le profeso cierto respeto. El autor, parapetado tras la figura del entrañable Doctor Watson, hace inventario de los conocimientos que maneja el detective (que si nosecuatos por ciento de Química, nosecuantos sobre crónica negra....) para, a continuación, explicar que el cerebro humano es similar a un cuarto trastero: una vez hemos completado su espacio, hay que desalojar algún elemento antes de introducir uno nuevo. Ni que decir tiene que los conocimientos que atesoraba Holmes en el suyo le llevaron a convertirse en el mejor sabueso de la historia de la literatura. Más allá de la anécdota, pienso que, si bien la capacidad del cerebro es bastante más generosa de lo que pensaba Conan Doyle, éste adolece de ciertas limitaciones. Una muy evidente es la de que aquello que no se utiliza se pierde.

Experimento una risa muy sana cuando escucho al clásico carcamal docente despotricando sobre la ignorancia de la juventud porque ya nadie lee El Cantar del Mío Cid. En esos momentos desearía tener la oportunidad de retar al fosilizado profesor a programar un grabador de vídeo. Habría que entrar a valorar la utilidad de unos y otros conocimientos; porque ¿cuántas lecciones, cuántos conceptos y cuántas fórmulas nos han inoculado en aras de un canon académico francamente cuestionable? ¿Cuántas noches de estudio se han perdido una vez completado el ritual examen? Basta asomarse a la calle para comprender que a un adolescente le resulte más perentorio saber funcionar su tamagotchi que recitar cantares de gesta. Y lo que me resulta el colmo del cinismo es exigirles a ellos que cambien una sociedad heredada.

Porque diariamente somos acribillados por mensajes que nos impelen a entrar en esa inmensa verbena tecnológica en que se ha convertido la sociedad actual. Y me da la impresión de que dotados de más gadgets que el último James Bond, seguimos haciendo las mismas majaderías de siempre; sólo que además hay que leerse unos manuales de instrucciones del calibre de las páginas amarillas. Hace apenas veinte años Scarface dominaba el mundo del hampa cerrando negocios desde una cabina teléfonica; hoy necesitamos el móvil hasta para un absurdo “stoy a pto d llgar ; )”. Lo cierto es que sin ser nada tecnófobo, la tecnología me da una pereza terrible. Poseo cierto sentido de “lo necesario” que me presenta como prescindibles la mayoría de avances que el progreso ha puesto al alcance de mi mano. Qué inventen, vale: pantallas de plasma, dispositivos portátiles o replicantes capaces de hacerte la felación del siglo. Pero hasta que no lo sienta necesario seguiré con mi tele de oferta, mi ordenador viejuno y recurriendo a las hembras humanas que buenamente se avengan a ello. Y cantando con Franco Battiato aquello de “No tengo afeitadora eléctrica. No es necesario...”

Thursday, November 09, 2006

MAÑANA DE FIESTA

Amordazado el despertador, sólo la naturaleza me marca la hora de amanecer. Abro los ojos y las persianas filtran una luz tenue que no ilumina pero matiza los contornos de mi madriguera. Lo bueno de vivir en 20 metros es que de un solo vistazo puedes conocer el estado de tus tropas. Asomado al balcón de mi cama, observo como se ahogan en la pila los platos de la noche anterior, como el calzado sucio espera en formación la llegada de un cepillo, como ha crecido el montón de libros pendientes... Al final decido dedicarles a todos un gesto de burla, me vuelvo de espaldas y me lanzo a explorar el otro lado del colchón. Ningún compromiso, ninguna obligación, ninguna cita va a impedir que hoy mi mundo gire a menos revoluciones. Por un día me va bien que todos se olviden de mí.

Tuesday, November 07, 2006

ESTALINISMO DE SALÓN

Ya casi lo había olvidado: lo poco rencoroso que es uno. Una de las labores más infames con que me ha tocado ganarme la vida fue transcribir cada semana una tertulia radiofónica en la que intervenía la escritora Rosa Regás.

¿Verdad que a veces uno topa en la vida con padres intelectuales: personas que nos adelantan o descubren aquello que de natural tendríamos que concluir? Pues también existe lo contrario: personajes que con sólo abrir la boca nos irritan hasta el colapso. Este el caso. Durante aquel periodo desarrollé una fobia desatada hacia esta tipa. Y ahora que la actualidad la sitúa en los papeles, me divierto leyendo como recibe latigazos por su gestión al frente de la Biblioteca Nacional (que si despidos improcedentes, que si expone sus obras completas en posición de privilegio dentro de la librería de la institución, que si tal, que si Pascual...). Además, coinciden estos escándalos con la publicación de un libro de relatos suyos que promete ser cosa fina: machos machistas, mujeres agredidas, inmigrantes angelicales y en este plan.

Rosa Regás es un caso canónico de una tipología detestable: Los que pretenden hacerme sentir mal debido a que ellos viven muy bien; privilegiados con complejo de culpa que emplean su discurso político como una suerte de exorcismo personal. Esta catalana, habitual entre el pijerío de Pedralbes, veraneante en Cadaqués de toda la vida y que contrata un sequito que le abra las ostras en su festín navideño, resulta ser también uno de los máximos representantes patrios del estalinismo. No contentos con detentar una posición de privilegio que los mantiene aislados de realidades más jodidas, nos torturan con un discurso que a falta de datos se articula a base de fabulación.

Tomemos por ejemplo el asunto de la inmigración pues atacaba especialmente mis nervios: Una ciudadana cuya vida ha trascurrido en barrios residenciales y que, probablemente, lo más cerca que ha estado del “drama de la inmigración” fue cuando unos polacos le parchearon la piscina, daba la turra de tal manera que parecía hubiera desembarcado en la Costa Brava a bordo de una patera. En su discurso dibujaba al inmigrante como un ser prístino semejante al buen salvaje de Rousseau, abocado a la corrupción una vez arribaba en nuestras playas. Los delitos cometidos eran consecuencia del contacto de estos, diríamos, seres de luz con la perversidad de nuestra sociedad de consumo. Despachándose con tan mágica explicación, exoneraba a unos de la responsabilidad que exigía al resto con inusitada beligerancia. En su maniquea concepción del mundo no entraban ideas como la del choque de costumbres o la infinita capacidad del hombre, abocado a la miseria o no, para desarrollar el mal; esto último era al parecer dominio exclusivo del presidente de los EE UU. Servidor, que tiene asuntos más urgentes que atender, escuchaba las diatribas de la energúmena con una mezcla de estupefacción y cabreo.

Siendo este país como es, imagino que el linchamiento de que ahora es objeto en columnas y suplementos culturales responde antes a envidias, cuitas y ajustes de cuentas que a otra razón. Una injusticia en toda regla, vaya. Pero, habiendo como hay tantas causas que pelear, ahí se las componga. Que farem.

Monday, November 06, 2006

TENER DEBERES ¡QUÉ PRÓLIJA COSA!

“Tener deberes ¡Qué prolija cosa!” Recuerdo los versos de Pessoa al leer en la prensa económica un reportaje sobre adictos al trabajo, los “workaholic” que los llaman en inglés. El artículo refiere el caso, frecuente en muchas empresas, en el cual el jefe, encargado o superior, dilata su jornada laboral, obligando con ello a sus subordinados a imitarle en perjuicio de sus vidas. Lo cierto, es que se trata de un problema que no me atañe. En un par de ocasiones me he visto comprometido en tales lides y he sabido capearlas con agilidad. Es lo que tiene tomarse el trabajo como lo que es: una fuente de ingresos, nada más.

La cuestión es que si ayer aparecían por este diario los alcohólicos, hoy me parece muy procedente escribir sobre otro tipo de adictos que, sin embargo, no parecen tan severamente estigmatizados. ¿Y no puedo por menos que preguntarme por qué? Supongo que una explicación es que los adictos al trabajo, a la postre, resultan muy rentables, aunque su comportamiento sea tanto o más perjudicial para su entorno como el de los adictos a cualquier tipo de sustancia. Todavía mantenemos en el inconsciente colectivo aquella barbaridad luterana de que “el trabajo dignifica”. Y me temo que no es así. El trabajo, en general, embrutece, empobrece y aliena. Es por ello que una de las labores a las que he dedicado más ahínco ha sido defender mis horas de ocio; las que, en última instancia, considero mi autentica vida. Las horas laborales son una concesión que rindo a cambio de un salario. No entiendo por qué las putas están tan denostadas cuando todos somos un poco putas. Hay mucho que hacer como para estar perdiendo más tiempo del necesario a cambio de un sueldo.

Sin embargo, y de esto no me apea nadie, observo que mucha gente no sabe qué hacer con su tiempo. No me sorprende en absoluto que el mayor índice de divorcios se registre a la vuelta de las vacaciones: el tiempo libre resulta perjudicial para una muchas personas. Y ahí tenemos todo un ejercito de ciudadanos que en lugar de bajarse al bar, jugar a las cartas o cultivar champiñones dilatan su jornada laboral. Mantenerse ocupados, tener deberes, es lo único que los mantiene a salvo del vacío. Porque si tienen demasiado tiempo libre lo mismo aparecen incómodas preguntas sin respuesta.

Sunday, November 05, 2006

CAFETERÍA SEIS AEME

Tan temprano que no podría calificarse de "esta mañana" me dirigía a un trabajo en el que ya no hay mucho que rascar pensando en ruedas. ¿Qué hacer cuando la rueda de la fortuna deja de girar? Ni hacia un lado ni hacia el otro. Demasiado tiempo sin cambios es tan malo como el ritmo de los mismos al que a veces me fuerzo.

He entrado en uno de los escasos establecimientos que despachan a esas horas. Tras encargar un café que me ubique en el mundo de los vivos, me he dedicado a observar la fauna circundante: No eran triunfadores, no. Lo peor de cada casa, tipos castigados a los que sus hijas nunca les presentarán el novio y a los que su mujer (en caso de conservarla) ocultan el día de la reunión de vecinos. Como pudiera pensarse, la bebida más consumida no era café sino licores de alta graduación. Hay vidas que deben ser difíciles de encarar sin un trago a las seis de la mañana.

- Soy un puto aficionado- he pensado, mientras tragaba mi café casi avergonzado.

Saturday, November 04, 2006

BRICONSEJO DE HOY

Hoy me ha tocado madrugar para dedicarme a la albañilería. Nada serio, pero todo un reto para alguien como yo.

Desde niño he sido muy torpe en mis relaciones con lo físico. Mi padre apenas ganaba para pagarme los infinitos pelos de segueta que gastaba en los deberes de Trabajos Manuales. Y los resultados... en fin. Por fortuna la asignatura era de las denominadas "marías" porque sino aún estaría enepitiendo séptimo de E.G.B.

Siempre he envidiado a los manitas. Me recuerdan un poco lo que afirma Martín Amis de los guapos (y que yo, con matices, suscribo): su vida debe ser mucho más confortable. Ya abundaré sobre el tema que si no me voy a dispersar demasiado y uno de mis propósitos en esta página es no hacerlo.

El caso es que con el paso de los años y la ausencia de una asignatura evaluable sobre el asunto decides olvidarte del bricolaje. Al fin, apretar una tuerca, pelar un cable o reparar un motor no son situaciones cotidianas a menos que curres en un taller. Sin embargo, aunque tú olvides el bricolaje, éste nunca te olvida a ti. Y llega el día en que te encuentras cara a cara con el horror... una gotera en el techo del baño, la lavadora que no arranca o una encimera del Ikea.

No me gustan las cosas que no entiendo. Quizás sea esta la razón última de que me hiciera agnóstico. Pero si bien uno puede permitirse el lujo de apartar a dios de su vida, no se puede hacer igual con el cuarto de baño (a menos que uno esté dispuesto a asumir una discriminación mucho más severa que la de los cristianos en sus buenos tiempos). Tampoco me gustan demasiado las dependencias. En fin, podría actuar como mucha gente que a la primera de cambio acude al profesional de turno pero a mí me da mal rollo. Es así: no me agrada la idea de que un tipo entre en mi casa se camele a mi lavadora y la deje como nueva. ¿Verdad que nos resultaría violento llamar a un servicio 24 horas porque nuestra pareja no alcanza el orgasmo? Pues eso. También es claro que uno tampoco puede ser el Da Vinci de la chapuza doméstica; pero confieso que a veces he renunciado durante largas etapas a ciertas comodidades sólo por no rendir mi posición.

Recuerdo una entrevista a Woody Allen en la cual refería su fobia a la naturalaza. Servidor, que tantas y tantas veces ha pensado de las palabras del genio “joder, esto se me tenía que haber ocurrido a mí”, pensé entonces “pues este señor no sabe lo que se pierde”. Y, en la medida de lo posible, no me apetece perderme nada que merezca la pena. Por tal motivo subo en aviones aunque me suden las manos durante el despegue, por eso bailo en los conciertos aunque a veces me muera de vergüenza o por eso hoy he madrugado para reparar las filtraciones de la ducha aunque me cueste hacerlo.

La conclusión me la brinda inesperadamente una publicidad de detergentes, demostrando que, antes y después de Manuel Luque, la sabiduría te asalta dónde menos te lo esperas. “Ensuciarse es bueno” es el aforismo que nos regala la última campaña de Skip, acompañando las imágenes de unos niños que manchan su delantal en clase de pintura. No voy a discutir la dimensión moral del término “bueno” (otro día, que hoy se hace tarde), pero creo que “ensuciarse” es la única manera posible de vivir.

Thursday, November 02, 2006

EN PELOTAS (CON GABARDINA) POR EL PARQUE

Habiendo, tanta pornografía por ver en la red es un verdadero privilegio la visita de cuantos habéis pasado por aquí ayer.

Raquel M. dejó escrito en el libro de visita (o cómo diablos queramos llamar al vínculo ese que hay justo donde acaban estas anotaciones) que “lo mejor de escribir es que a veces casi te alegras de haber sentido cosas desagradables, hacer algo bonito con ellas es un desahogo fantástico”. Y acierta en el clavo, one more time.

Porque uno en su unicidad lleva mucho tiempo encontrando refugio en esto de escribir. A veces he tenido la arrogancia de hacerlo para otros, pero de momento la mayor parte de las veces ha sido algo íntimo. Por pudor; pero también porque la escritura me brinda el tempo necesario: La otra noche veía una película de piratas en la que el villano (un gobernador español de aquella época en que en España no se ponía el sol) afirmaba “El tiempo en el Caribe impone su tempo”, pues con el pensamiento y la escritura a mí me pasa algo similar: el papel, el ordenador en este caso, son instrumentos para que la corriente eléctrica que anima mis neuronas no se disipe, rebotando de una pared a otra de mi cabeza. Tengo la virtud (y como las verdaderas virtudes me ha traído más disgustos que alegrías) de poseer un cerebro disperso. Un cerebro que se asemeja a un mono borracho (la metáfora no es mía sino de un libro sobre filosofías orientales, lástima). La cuestión es que el ritmo al que obliga la escritura dirige mi pensamiento cual perro ovejero perdiendo quizás algo de tiempo pero conduciendo el rebaño en alguna dirección (esta metáfora, un tanto más torpe, sí es mía, lástima). Son cuadernos y cuadernos los que han quedado atrás en un vano intento de comprenderme a mí y a los que me rodean: En uno de ellos me identificaba con un caracol que dejara tras de sí un rastro de tinta (al final va a resultar que esta bitácora está patrocinada por Faunia).

Pero como no creo en la historia del creador encerrado en sí mismo (en realidad no creo en ningún ser humano encerrado en sí mismo), al fin lo suyo es jugártela. Por ello he procurado escribir también para cualquiera que me brindara la oportunidad y las garantías suficientes. Y por motivos de diversa índole que ya se irán descubriendo, creo que era el momento de empezar con este ejercicio de exhibicionismo.

P.D.

(...)
Nunca he escrito pensando en ti...
sólo en este momento.

¡Felicidades, David! (los versos son suyos)

ENTRE CURRELAS Y GAMBITEROS

Por exigencias laborales, desde hace unas semanas vuelvo a subir en el primer metro de la mañana. Ya he sufrido este infortunio en varias ocasiones a lo largo de mi vida, lo cual me sirve para establecer una comparativa. Diez años atrás la sensación dominante era de desasosiego (ándenes solitarios, túneles silenciosos, vagones vacíos... todo como en una película de terror barata), hoy al contrario son unos cuantos los que pueblan los subterráneos a tales horas, demostrando que esta ciudad cada vez madruga más.

Tan temprano, resulta difícil encontrar algo curioso en qué fijar la atención. Currelas, ciudadanos arrastrando pesados fardos físicos y mentales, pasajeros que cabecean exhibiendo sin censura el derrumbe de unas ojeras cuya curva se opone en relación directa a la de la tristeza que expresan sus labios. Cualquier atisbo de épica o de belleza es pura ensoñación.

De cuando en cuando, irrumpe, destrozando la monotonía, algún grupo o individuo armando ruido. Noctámbulos que reclaman una prórroga de la noche animados por el consumo de las sustancias más variadas. La presencia de alborotadores es una ofensa directa a la mayoría durmiente, como si cometieran el sacrilegio de irrumpir bailando en el camposanto. La hostilidad es patente y no me extrañaría que un día el resto de pasajeros se alzara como un ejercito de muertos vivientes y se produjera el linchamiento de los disolutos. De hecho, me sorprende que no haya ocurrido ya.

Observo la estampa entretenido. Entre la obligación y la vocación siento ganas de desertar de mi vida y unirme a los que prosiguen su farra. Y recuerdo el final de La Busca (lo mejor de la novela) en que el héroe atraviesa la Puerta del Sol al amanecer cruzándose entre currelas y gambiteros interrogándose acerca de su lugar en la sociedad. Servidor, ni puta idea, oigan.