CYRUS

No, no, no, amiguitos... no he venido a disertar aquí acerca de las bondades de la
mayoría de edad de nuestra querida Miley...

Se trata de una peliculita dirigida por un par de hermanos que, salvo por una tendencia exagerada a hacer zoom en el momento menos oportuno, ruedan con un naturalismo de escuela europea muy confortante en una producción yanqui. Interpretada por Marisa Tomei (real motivo por el que pague la entrada) junto otros dos actores (googléenlo, si les interesa, porque están geniales), los tres francamente en estado de gracia (o de desgracia dadas las que sufren).

La historia comienza con el relato de la vida de un loser con estampas dolorosamente familiares: soledad, depresión, alcoholismo, ridículosocial... en fin, nada que no conozcan de sobra. Pero para todo roto existe un descosido... Y si ese descosido tiene la cara y las formas de Marisa Tomei, tras pellizcarte y provocarte moratones, es fácil pensar que el foco divino ha iluminado por una vez tu vida gris. Lógicamente, una señora de este porte, sexualmente receptiva tiene trampa. En el caso que nos aborda la trampa es un hijo-mastodonte de 21 años con una dependencia hacia su amada madre que haría de Edipo el más cabal de los retoños posibles. La intromisión del loser en sus vidas despertará lo peor de Cyrus haciéndoselas pasar putas y arruinado cualquier posibilidad de redención del pobre diablo. Y cuando digo lo peor, digo que el menda es un pedazo de carne que parece ha dedicado sus 21 años a erigir un muro infranqueable entre su madre y el mundo: dependencia, coacción, ataques de pánico, ira... vamos, todo aquello que hace de las relaciones humanas un maravilloso cóctel de efectos sicotrópicos.

Los actores fenomenales, la dirección chula, la historia salvajemente divertida y resulta que se trata de una producción de otros hermanos, los Scott (sí, Ridley y Tony, tal vez les recuerden por... ) ¿tal vez necesitaban redimirse por cuenta ajena de sus últimos bodrios?

EL VESTIDO DE SU SUEÑO

Era la vez ni se sabe que le proponía matrimonio, aún conociendo cuál sería la respuesta: "No hasta que encuentre el vestido de mi sueño..."

Aquella relación se prolongaba ya por cinco años y Joaquin pensaba que iban teniendo una edad como para seguir dilatando el momento de casarse solo porque ella no encontraba el vestido adecuado. Lo habían discutido tantas veces que Joaquin maldecía la noche en que Sandra soñó que se casaba con un vestido determinado y a partir de ahí todo resultaba perfecto.

Sandra era muy supersticiosa y al principio Joaquin se lo tomó a risa: Ya se cansará de ojear catálogos... Hasta que meses después se encontró buscando por internet y enviando a Sandra diferentes propuestas. "No. Demasiado plisado", "No. El satén es de acetato y el mio es de seda...". Joaquin incluso propuso pagar una modista a lo que ella contestó "No podría describirlo pero lo reconoceré en cuanto lo vea". Aquel dichoso asunto del vestido iba a estropear su relación. Ambos habían acordado que les gustaría casarse en una iglesia, en una ceremonia clásica. Pero la búsqueda del vestido exacto se alargaba ya por más de dos años y Joaquin comenzaba a dudar que aquel vestido no fuese sino la excusa en la que se refugiaba la inseguridad de Sandra.

"Estaba esperando en la peluquería y he visto mi vestido en una revista". Joaquin salió inmediatamente al quiosco a comprar la revista. A aquellas alturas no le importaba el vestido, como si se casaban disfrazados de payaso. Buscó el dichoso vestido: no era nada del otro mundo, ni siquiera el precio pero lo encargó de inmediato.

A la mañana siguiente acudieron a la boutique que ofrecía el preciado diseño. Sandra se lo probó y para sorpresa de todos le encajaba como si lo hubieran cortado a medida para ella. No cabía duda: era el vestido de su sueño. Mientras besaba a su novio, Sandra le susurró: "Gracias, cielo, esta noche he soñado con nuestro piso perfecto..."

EFECTO REBOTE

La mirada de ella era todo reproche por quedarse, otra tarde, encerrados en casa oyendo llover. Horas antes ella había sido incapaz de decidir qué película le apetecía ver y no se sabía cómo, ahora no le dirigía la palabra. Como si él tuviera la culpa de su indecisión...

ME ESTOY QUITANDO...

Ya lo cantaba Lou Reed: To cure you they must kill you... The Sword of Damocles above your head. Cada día me caen más gordos los médicos.