Si soy contrario a la pena de muerte es antes por la falibilidad de la justicia (y por tanto, no descartar la opción de enmienda de una condena), que porque no opine que hay indeseables que estarían mejor muertos. Si existiese un método, cien por cien fiable, para determinar la responsabilidad de ciertos delitos, sería partidario de la eliminación de quienes los han cometido. Este arranque tan bestia de hoy viene a cuento porque me propongo indagar en el enorme esfuerzo que constituye la vida en sociedad y si mi discurso es tan radical es por llamar la atención de lo poco que, en general, se valora.
La sociedad o las sociedades, son el gran proyecto y el gran instrumento del ser humano. Recientemente, se publicó un estudio comparativo sobre el proceso de aprendizaje entre humanos y otros primates que concluía que, en la capacidad de comunicación está el plus evolutivo que propicia el desarrollo de nuestra inteligencia. Vaya novedad ¿no? Tal entramado de comunicaciones, imprescindible para un desarrollo completo de la persona, sería inviable de vivir aislados. Sin cooperación, en una difusa causa común, no dormiríamos en cómodos colchones, no se curarían muchas enfermedades, ni disfrutaríamos de la fideuá.
Pero la vida en sociedad, aunque nos venga dada, no es gratuita. Requiere hacer concesiones como la de anestesiar al egoísta que habita en lo más profundo de nosotros y que sigue ahí para, en un momento dado, hacerse cargo de nuestra supervivencia: El egoísmo es natural, no un añadido. Sin embargo, y aquí entra en juego la inteligencia en forma de inversor a largo plazo, a la postre, resulta mucho más rentable la cooperación que el trabajo individual. Imaginemos que cada individuo tuviera que descubrir, por si mismo, el fuego, la rueda, el motor a reacción, el chicle, la pasta de dientes o el despertador… pues como que no. Este es uno de los motivos por el que nos asociamos y si en un momento prístino, tal vez los vínculos de dicha sociedad puedan rastrearse, según esta cobra entidad dicha operación se hace imposible; y como en otros tantos procesos, saltamos al pensamiento abstracto, concretamente al bien común. Nos integramos en un proyecto del que ya no soy principal beneficiario y cuyas normas debo asumir y respetar (Cortarnos las alas con un cuchillo que se llama educación, en palabras de Jorge Martínez).
Convendría que todo ciudadano se planteara, alguna vez en su vida, su deseo de habitar en sociedad; si sería más interesante hacer las maletas en pos de congéneres más civilizados o retirarse a vivir a una caverna. Así valoraríamos más lo que tenemos, asumiendo con mayor gozo el esfuerzo de convivir con el resto. Incluso sentiríamos la necesidad de defendernos.
11 comments:
pues sí, hijo!
Curiosa reflexión abuelo!!!
Ummm ok, y pequeñísimas reservas, todas de tipo raruno... porque la generalización del egoismo natural de la persona tiene muchos puntos de discursión, precisamente por la palabra "natural", de la cual creo que tenermos distintos conceptos. Al igual que centrar un estudio comparativo, centrándolo en que la comunicación es un plus evolutivo de la persona, sólo porqué ésta haya "aprendido a hablar"... De hecho, seguimso en evolución, y por ello, en algún momento, dejaremos atrás el lenjuage hablado, para desarrollar nuestras capacidades connaturales que hemso dejado atrás, sólo por conveniencia de un formal y práctico uso de la evolución...
y además, espero que dejemos atrás el lenguaje escrito, y así no parecer un disléxico cuando escribo...
a mí m´enrolla el lenguaje telepatico
C.
señor david, note usted no centro mis argumentos en el hecho de "hablar" sino en el de "comunicar" esto transmisión de conocimientos; sea utilizando la lengua, el código morse o la telepatía, lo cual sería, de otra parte, lo más cómodo. Y que conste que tambo asimilo lo natural = a bueno sino, digamos, a nuestra primer impulso. Toda la historia de la humanidad es casi una pelea contra "lo natural".
joder, yo también parezco disléxico. a ver si nos hacemos mentalistas todos de una puñetera vez
Empecemos por lo de la pena de muerte y digamos sólo una cosa. Si está prohibido matar, debe estarlo para todos y cuando digo todos, se debe entender que entra el ESTADO. Es posible que determinados monstruos de perversidad estén ahí para que nos demos cuenta de hasta donde podemos llegar a caer y, al mismo tiempo, para que nos creamos mejores. Sin conocer las circunstancias a fondo, es muy difícil hacer juicios. De todos modos, a mi me parece más cruel una condena a cadena perpetua.
Con todos nuestros defectos, la especie a la que pertenecemos, se necesita porque hay que reconocer que la mayoría de la gente es buena, razonable y que sólo aspira a vivir en paz, sacar adelante a su familia, y a disfrutar de algún rato que otro de la compañía de los amigos y de la familia. Es como decía Machado, buena gente que pasa, laboran sus campos,donde hay vino beben vino, donde no, agua fresca; y un día como tantos descansan bajo la tierra...
Perdonar, ya sé que el poema no es exactamente así.
En lo de la pena de muerte estoy de acuerdo con Franziska. Si matar está mal, no debe matar nadie, ni el Estado. Pero que las cadenas perpetuas lo sean, por favor. Que un H de P que entra en la carcel por asesino cuando tiene veintitantos años, no salga nunca, ni a los cincuenta, ni a los noventa. Si es un peligro para sus semejantes, que no vuelva a vivr entre ellos nunca mas.
Y en cuanto a la telepatía, mola cantidad... siempre que podamos controlarla. Figúrate que te leen el pensamiento cuando estás saludando amablemente a alguien al mismo tiempo que piensas "Valiente cara de idiota tiene este tío".
Esto también sonará bestia, pero yo no creo que haya nada malo ni bueno de por sí, ni siquiera matar. Matar no es lo mismo cuando lo hace el estado de acuerdo a una ley más o menos consensuada que cuando lo hace un individuo siguiendo su propia ley o simplemente dejándose llevar por un impulso violento o simplemente egoísta. Tampoco es lo mismo matar a un bebé que abortar.
No sé cuál de las formas o motivos de matar es la opción más inmoral (quizá esté de acuerdo con el individuo que mata en según qué casos), habría que pensar en cada caso por separado. Y cuando digo cada caso lo digo estrictamente: cada persona y cada situación concreta.
El argumento de que si algo está mal no puede hacerlo nadie y tampoco el Estado no tiene ningún sentido práctico, si lo pensáis: Está mal por ejemplo que yo decida encerrar a alguien toda la vida, y sin embargo casi nadie discute que el estado de hoy tiene que tener ese poder. Yo sí tengo serias dudas de que deba tenerlo.
Creo que esas dudas siempre estarán ahí en toda la gente que analice el problema del mal, porque el "derecho" a hacer daño no puede ni debe ejercerse con las manos limpias. De hecho, creo que la palabra "derecho" debería referirse a leyes establecidas, no a nada inalienable e individual. Nadie tiene derechos y obligaciones por el hecho de nacer o de estar en una sociedad, eso queremos o no lo decide cada uno; con mayor o menor capacidad tiene que ser cada uno el que lo decida.
En cualquier caso, creo que hay gente que merece morir, independientemente de que el Estado tenga o no derecho a matar.
Sí señor, eso era lo que quería decir :-)
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