Cada mañana se cruzaban, en el mismo punto, camino de sus respectivos trabajos, cada tarde lo hacían, de regreso a casa. Se reconocían y si no se saludaban era por esa estúpida discreción impuesta en las grandes urbes. Y ambos pensaban, secretamente, que el otro poseía una vida mejor que la suya.
2 comments:
El otro día una señora se enfadó en el ascensor del metro observando que ya nadie se dirige la palabra ni para decir un buenosdías aspirado ni en un espacio tan pequeño.
Supongo que todo el mundo tiene algo mejor que hacer en todo momento, ...como pensar en uno mismo?
Los protagonistas de tu texto por lo menos son seres deseantes, que no es poco en los tiempos que corren :)
ESCARTIN MAMON!
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