Mientras agonizaba en el rellano de la escalera, pensó que lo que le sucedia no era sino culpa suya. Los médicos le advirtieron de que si no cejaba en sus malos hábitos no tardarían en pasarle factura. Cuando aquella noche se presentaron los dolores recurrió a sus analgésicos de cabecera pero, lejos de hacer efecto, amplificaron su dolor. Intentó llamar a su médico por teléfono pero la compañía había hecho efectiva su amenaza de suspenderle el servicio por impago. Se asomó a la escalera a pedir ayuda pero aquel edificio solo almacenaba ancianos abandonados, divorciados arruinados y egoístas solitarios. Avanzó hacia la escalera con la intención de ganar la calle pero cuatro pisos eran demasiados para sus convalecientes piernas, que se rindieron lanzándole escaleras abajo hasta el rellano. Allí tendido sus lamentos iban en aumento hasta llegar a un volumen tal que escuchó como se descorrían tres cerrojos y se abría una puerta del rellano de arriba, a dios gracias.
- ¡Oiga! ¿Podría morirse un poco más bajo que no nos deja escuchar la telenovela?
1 comment:
Si es que no hay nada más molesto que un vecino al que le da por morirse a las 4 de la tarde.
Saludos
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