Marcial regentaba una vieja sombrerería en la Plaza Mayor de la ciudad. No era un gran negocio pero Marcial era acomodaticio y no le agradaba la idea de dar cerrojazo al comercio familiar.
Un invierno, varios habitantes de un barrio cercano acudieron para comprar sombreros que los protegieran del frio. Aprovechándose del conocido engreimiento de los residentes del barrio cercano, Marcial los cameló, explicando que la elegancia era una cualidad exclusiva de quienes vestían sombrero. Al cabo de unos días, los vecinos del barrio cercano acudieron en tropel a la tienda. Observando como la moda se extendía por el barrio cercano, Marcial trasladó su comercio en busca de su público. En seguida se pudo diferenciar a los habitantes del barrio cercano del resto de ciudadanos pues lucían sus sombreros con orgullo. Pero el orgullo devino desdén y los residentes del barrio cercano comenzaron a menospreciar al resto, a los que acusaban de burdos y zafios por no vestir sombrero. Ante la ofensa el resto de ciudadanos comenzó a evitar el barrio cercano y Marcial perdió su clientela de siempre. Con el traslado al barrio cercano el alquiler se había doblado, debido a que allí había de abonar impuestos por el sueldo de los numerosos funcionarios dedicados a recolectar los sombreros que robaba el viento. Además, la Junta había decidido que el sombrero sería el signo distintivo del carácter del barrio, con lo que su producción se asignó a una contrata municipal. Arruinado, Marcial volvió a su antigua tienda de la Plaza Mayor, dónde montó un bar de bocadillos de calamar.
2 comments:
Life's a drag, ya lo decían Led Zeppelin...
La vida es un rollo...
Llamame de letras, pero creo que acabo de comprender la economía.
¡Gracias! :)
Un beso
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