Hay peña que no debería morirse y, desde luego, es injusto que se muera tan joven, privando a familiares y amigos de su compañía y a lectores de su arte. Sigo a pocos escritores contemporáneos porque me parece una pérdida de tiempo; prefiero entretenerme con autores que han sufrido la criba del tiempo. Sin embargo, tengo un pequeño altar con varios autores que me podría cruzar por la calle o encontrarme en un aeropuerto. Casavella era el único español. Fue tal la alegría que sentí cuando le otorgaron el Nadal que envié mensajes de móvil a varios amigos que disfrutan de su obra. Se reparaba una injusticia cósmica.
Casavella tenía cara de pasmado pero su escritura desprendía una inteligencia inusual: la que se cuece en los barrios, en los garitos y en los lupanares. Inteligencia de superviviente, inteligencia de o espabilas o te la dan. La literatura de Casavella no era un artificio impostado, era el lenguaje del Raval o del cinturón industrial de Barcelona, tal cual. Sus crónicas no hablan de fracasos heroicos sino reales, de los que no albergan posibilidad de redención o consuelo. Su humor es de los que te congelan la sonrisa, preguntándote si estará bien reírse de “eso”.
Casavella parecía apático pero fue capaz de culminar la monumental El día del Watusi, digámoslo, la mejor trilogía escrita en lengua castellana en la España democrática. Un certero análisis de la evolución de las diferentes castas sociales que convivieron en la Barcelona preolímpica.
He leído sus libros y los he prestado y regalado a aquellos que considero dignos de ello. El secreto de las fiestas una de las novelas que me llevaría a una isla desierta. Y Lo que sé de los vampiros, su revalida, la demostración de que no solo era capaz de reflejar la voz de la calle sino escribir novela histórica y además entretener.
Casavella tenía pinta de pringado, pero solo para aquellos que no se toman la molestia de conocer a las personas. Los pringados fueron su gran tema: aquellos que llegan a los sitios al minuto siguiente de que se haya producido el gran acontecimiento que habría cambiado su destino; aquellos que nunca aciertan la quiniela y se enamoran de la chica equivocada. Entenderán por qué me apasiona su obra.
Casavella era grande. Solo alguien así podría hacer apología de la conga y soltar sin estremecerse frases como su “Todo es terrible, pero nada es serio”. Ahora Casavella está muerto y se le va a echar de menos en el fresco servil y adocenado de las letras castellanas.
3 comments:
Vaya.
No he leido nada de él. Pero estas noticias siempre son un rollo...
Lo leeré en homenaje, ¿por dónde empiezo?
El Secreto de las Fiestas es imprescindible y divertidísimo. El tomo con las tres entregas del Día del Watusi es, como he escrito, monumental. Estoy seguro que los disfrutarás.
Yo tengo el secreto de las fiestas el próximo de la lista... que casualidad... tan desafortunada
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