Marcos condujo hasta una finca en la periferia de la ciudad. Un lugar apacible idóneo para que un alto ejecutivo desconectara después de una semana de difíciles decisiones. Allí pasaron dos días, Marcos y el extraño. Dos días en los que Marcos conoció al fin la identidad que procedería a suplantar: presidente de una de las grandes empresas del Ibex; de una muy gorda. De pronto, Marcos se sintió abrumado:
- Usted no se preocupe. Limítese a felicitar al Consejo si las cosas van bien y a fruncir el ceño si le informan de que los balances no cuadran. El resto se lo darán hecho.
Al termino de los dos días de instrucción, el extraño le ordenó:
- Yo me marcharé ahora, usted pase aquí la noche. Como le he explicado es habitual que se ausente durante días, así que nadie le habrá echado en falta cuando regrese a su casa. Al entrar, no se alarme por los mastines, están acostumbrados a estos trajines…
- ¿Y la familia?
- ¿De verdad cree que a su nueva mujer e hijos les importa su vida lo más mínimo?
Al ver como el extraño se serpenteaba colina abajo, conduciendo su antiguo vehículo, Marcos se sintió incómodo. Una imagen cruzó rauda su mente: el extraño haciendo el amor con Marta. Pero en seguida retrepó en uno de los numerosos sillones de cuero, se sirvió un escocés centenario y pensó que no estaba mal aquella nueva vida.
2 comments:
Fantástico, eso sí, ¡no nos deje huérfanos tanto tiempo!
¿Podrán los celos con el dinero?
Me alegra ver que has retomado la historia. Tenías abandonados a tus lectores!
Sigue escribiendo. Siempre es terapia. El centenario también...
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