Al final del verano, todos los medios referían lo que dieron en llamar La Fiesta de los Maniquíes: el evento más exclusivo, llevado a cabo en cada ocasión en una de las diferentes Islas Cícladas. Periódicos y televisiones enviaban corresponsales a fotografiar a los invitados que cada año cruzaban la alfombra roja mostrando la mejor de las sonrisas y la más brillante de las miradas. De lo que dentro acontecía nada podía saberse, salvo que te contarás entre los elegidos pues hasta los camareros eran adiestrados para atender a la selecta clientela con los ojos vendados.
Cada año Martín contemplaba con curiosidad los reportajes acerca de La Fiesta de los Maniquíes y se preguntaba qué ocurriría ahí dentro, hasta que decidió que se convertiría en uno de ellos. Martín, aprendió a vestir, a relacionarse, a hacer negocios, a sonreir y a mirar como ellos… hasta que al fin un día encontró en su buzón un sobre con la invitación para la fiesta anual.
Se embarcó en el trasbordador que lo trasladaría hasta el islote elegido, atravesó la pasarela acribillado por los flashes de un pelotón de fotógrafos y penetró en la lujosa mansión. Saludó a conocidos y desconocidos y esperó al momento de comenzar el festejo. Al cerrarse las puertas entendió por qué todos esperaban aquel día: era el único momento del en que podían sacarse los ojos y disfrutar de un rato con sus cuencas vacías.
2 comments:
Fiesta de los Maniquíes!!!
NO LOS TOQUES!!! POR FAVOR!!!
Jajajaja
Yo me la pongo en el coche muy amenudo, pero conservo los ojos.
Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí y no sé por qué, ya que siempre es un placer :)
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