En sus viajes al extranjero, o paseando por su propia ciudad, Fina permanecía indiferente a los monumentos o a los lienzos expuestos en los museos. Prefería llenar sus álbumes con fotos de los turistas haciendo fotos. Aquellas caras de sorpresa, asombro, alegría o conmoción le decían más que todas las pinturas o piedra esculpida del planeta.
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