No soy el primero que asimila los fenómenos psíquicos con la tectónica de placas. Desde que se formulara la teoría del inconsciente, muchos son los estudiosos que han recurrido a la imagen de que deslizamientos en las capas subterráneas del planeta pueden provocar catástrofes en la superficie.
Una de las cosas que más llamó mi atención cuando estudié Geología fue conocer que la famosa escala sismológica de Richter era, en realidad, un sistema de medición relativo al índice de destrozos y no de la magnitud del seísmo. En dicha escala la gradación se establece en función de los daños. Así un terremoto de determinada intensidad, en función de la estructura de las viviendas, la planificación urbana y el azar es probable que resulte mucho más dañino en Lorca que en Osaka. Para entendernos, como si midiéramos la temperatura a través de la sensación de frio o del nivel de sudoración en individuos de distinta complexión.
Todo esto viene a cuento porque, en ocasiones, las dolencias o los desajustes mentales pueden resultar difíciles o incómodos de explicar. Lo he vivido en primera persona y lo observo a menudo: amigos que, con la mejor de las intenciones, te recomiendan “anímate, que no es para tanto” o personas incapaces de entender que, a veces, el aleteo de las mariposas del alma puedan desencadenar auténticos torbellinos en nuestra psique.
2 comments:
Llevas razón y, a veces, visto desde fuera, ves el simple aleteo de la mariposa y sufres con la cara de terremoto de la persona que quieres.
Mucho cariño y comprensión... no hay otra, maja. Un abrazo grande!
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