Digresiones aparte, pese a mi areligiosidad debo admitir un enorme
respeto por los usos y costumbres que han perdurado a lo largo del tiempo.
Siempre afirmo que si un fenómeno ha superado la criba del tiempo será porque, en
cierto modo, cumple una función. La evolución es inmisericorde con aquello que
no opera.
Fijémonos ahora en la institución de la
confesión, tal como la entienden el cristianismo y sus derivados. La confesión es guay porque nos permite volver
a empezar. Es la solución social (también espiritual pero lo uno es reflejo de
lo otro) para integrar nuestra naturaleza imperfecta. La evidencia de que no
tenemos ni puta idea de qué hacemos aquí y que el único modo de avanzar es el ensayo-error (iluminaciones
aparte). “El que tiene boca se equivoca” dice el refranero y o nos concedemos
un mecanismo de perdón o desmontamos el chiringuito. Hasta el procesador de
textos desde el que estoy escribiendo tiene la función “deshacer” e imaginaos,
por un momento, que no fuera así….
Abundo en la perdurabilidad como argumento pero, además, es que su
mecanismo de ejecución está muy bien articulado: El reconocimiento del error,
el arrepentimiento (señal inequívoca de la toma de conciencia), la propia confesión (mejor en privado ante la
figura del sacerdote que debiera ejercer
exclusivamente de canal), el propósito de enmienda y la penitencia (como
mecanismo mnemotécnico, no de humillación) y al fin el perdón (uno de los
sentimientos más sagrados que uno pueda experimentar) son un reflejo muy exacto
de cómo opera nuestro espíritu.
Creed si afirmo que sé bastante sobre crisis y por eso me
alarmo cuando veo lo que está sucediendo en las postrimerías de la última. Admitamos que se obró con
ignorancia (sabemos que no fue así pero tomémoslo como hipótesis de trabajo),que
nadie trató de engañar, especular, ni aprovecharse del prójimos, que no se vieron
venir las consecuencias (ya, ya… todo falso
pero continuemos…), que nos llegó la mierda hasta el cuello y entonces… ¡todo
siguió igual! Precisamente, este seguir igual valida la hipótesis de que la
crisis fue premeditada y que al igual
que en las novelas de misterio, el beneficio del delito señala los culpables. Negarse a confesar invalida cualquier
pantomima de arrepentimiento y por tanto la conciencia de los errores cometidos.
Y por tanto no fueron errores: sino cálculo, tan premeditado como perverso.
Si me sigues, sabrás que me gusta definir la el último crack
como “la crisis de la codicia” (si no, deberías leerme más). Esa codicia es la
que habría que depurar pero no parece que haya intención de hacerlo. Al
contrario, hemos decidido maquillar al muerto y volver a ponerlo en la verbena como si nada hubiera pasado, a pesar de
que el cadáver ya atufa. Otra ronda que
aquí no ha pasado nada, claman algunos con la sonrisa en la boca. Pero sí ha
pasado: Y todo ese sufrimiento no puede ignorarse; so pena de incurrir en el
castigo humano que, a las bravas y como
demuestra la Historia, termina siendo mucho más cruel y menos misericordioso que el divino.
1 comment:
Verás que comentario más moderno:
100% agree.
Post a Comment