Despertó tan alterado que Begoña le preguntó si ocurría algo. El mintió por no preocuparla y porque sentía cierto pudor ya que, de nuevo, había vuelto a soñar con Don Landelino su profesor de filosofía del instituto. Aquel tipo calvo y miope llevaba semanas presentándose en sueños para abroncarle por haber abandonado su vocación. El que en su recuerdo era un maestro admirable, que supo despertar su interés por los sabios griegos, aparecía ahora hecho una fiera, gritándole y golpeándole violentamente con las 700 páginas de “El Mundo como Voluntad y Representación”. No había una noche sin pesadillas, de las que se despertaba completamente noqueado.
Para ahuyentar los malos sueños, decidió pasar las noches en vela retomando la lectura de los filósofos que había abandonado cuando comenzó su fulgurante carrera en una financiera. Pasaba la noche enredado con la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres o con La Ética demostrada según el Orden Geométrico. Si desfallecía enseguida aparecía Don Landelino para pegarle un bocinazo. Begoña comenzó a preocuparse.
Aquel ritmo de vigilia infernal comenzó a pasarle factura en el trabajo, apostó por las puntocom la jornada anterior al estallido de la burbuja tecnológica. Invirtió en el futuro de una inmobiliaria que al poco declaró suspensión de pagos. Adquirió unos terrenos recalificados a la baja. Sus superiores le llamaron al orden, pero el ya solo pensaba que aquello era una condena por traicionar el imperativo categórico kantiano, esa ley moral interna que los años de brillante carrera como economista no habían conseguido acallar. Sus superiores le expusieron que la situación era insostenible, y él veía los valores del Dow Jones como sombras de una hoguera, proyectadas en la caverna de Platón.
Fue despedido; Begoña lo abandonó poco después cansada de esperar en la cama a que terminara su lectura de la Ética Nicomáquea. Interpretó aquella perdida como algo lógico y buscó consuelo en Nietzsche: "Sólo duele aquello que permanece en la memoria". E igual que Immanuel Kant hizo con su criado, Lampe, escribió una nota en su escritorio: “El nombre de Begoña debe ser ahora completamente olvidado”. Don Landelino sonreía desde el más allá.
7 comments:
Es un hecho: el amor está reñido tanto con la lógica como con la economía. Bastante paciencia tuvo ya la Bego, y ahora, por si fuera poco, se convierte en ex!
¿y no era posible la reconciliación entre Begoña y un regreso a su abandonada vocación?
Algo de Nietzsche que creo viene al caso: "Cuando vi a Cósima por última vez, me miró con tanto amor y dulzura como las últimas notas del preludio de Parsifal, pero tuve que sacrificarla en el altar de mi orgullo humano y superhumano"
¿sacrificio, lógica o simplemente orgullo?
je je je... Miguel, a veces la vigilia de la razón también produce monstruos.
Me voy a atrever a explicarte lo que me inspira a mí esta historia a pesar de que va a ser tan largo como tu entrada...
Su vocación última no era ni la filosofía ni el éxito en el trabajo, ni mucho menos el amor. Su auténtica vocación era el fracaso.
Podríamos decir que quería ser un filósofo y también que quería ser un chico con novia, pero yo creo que no quería ninguna de las dos cosas, porque a la vista está que ni la filosofía ni la chica le llenaban la vida más que su carrera, las dos son obligaciones, problemas. Con la chica no parece comunicarse mucho, Kant en lugar de inspirarle le obliga y le echa en cara, Nietzsche en lugar de abrirle horizontes le justifica en su negación de la vida...
Al final no parece que salga perdiendo cuando se va la chica, en realidad en ese momento llega a su meta encubierta de fracasar. En eso se parece al de "Una jornada fantástica", son personajes que deciden que mejor no tener vida que tener una imperfecta. Yo creo que podrían haber elegido intentar mejorarla, leches.
¿A que no te he descubierto nada? :)
¿a qué monstruo te refieres?
je je... Raquel, inteligente tu interpretación. Con lo del perfeccionismo has dado en el clavo.
De hecho, aunque no suelo hacerlo paea no traicionar el misterio te voy a contar la génesis de la enjtrada:
Como casi todo lo que escribo es una explicación, a mí mismo, a los que lo lean, sobre las fronteras entre pasión/obsesión. De llevar las cosas al extremo, de lo radical, de lo que se cuece en los límites. No sé por qué me obsesiona/apasiona el asunto.
El domingo estaba en la sierra y mi madre hizo unos callos estupendos. El caso es que después de un buen atracón, me quede dormido y tuve una pesadilla en la que mi padre me abroncaba por no recuerdo qué motivos pero que me dejó una sensación muy desagradable el resto del día. En el bus de vuelta empecé a imaginar que ocurriria si la gente que ya no está pudiera aparecerse en los sueños a reprocharnos que les hicimos daño, que les traicionamos, que no les quisimos como ellos querían... y cómo esas irrupciones comenzaran a afectar nuestras vidas. Después pensé en alguien a quién sus deberes profesionales le alejan de su pasatiempos favorito y lo que fastidia eso. Como me gusta la filosofía y últimamente le dedico poco tiempo pues ya solo tenía qué buscar una profesión para el personaje. Pocero no me valía porque quería trazar la caida del personaje y los poceros (a excepción de Emilio) no suelen ser profesionales de éxito. Decidí que sería un broker. Begoña está ahí solo para acentuar el drama e introducir la coda final en el que el personaje ha perdido por completo el juicio y malinterpretando las lecciones de Nietsche y Kant "racionaliza" la catastrofe en que ha convertido su vida.
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