Las cabezas son jaulas de grillos pero, cuidado, ello no implica que los grillos sean de nuestra propiedad. En nuestro interior rechina el eco de las expectativas de otros, las frustraciones familiares, las exigencias del patrón o los anhelos de esa chavala que nos gustaría llevar al catre….
Siempre me han parecido aburridos los ejercicios excesivos de introspección porque el mundo está ahí fuera para disfrutarlo o sufrirlo en el peor de los casos… Pero hay que andar con ojo pues resulta que algo tan íntimo como nuestra psique está construida de materia permeable. Y puede que nos encontremos anhelando o, llegado el caso, viviendo la vida que otros soñaron. Como en una suerte de parasitosis podemos encontrar que hemos sido colonizados y estamos dirigiendo nuestra vida según los deseos ajenos. Es un proceso lento, sutil y en el que interviene factores diversos. Ahora entiendo por qué me fascina de siempre la película de La invasión de los ladrones de cuerpos; las cumbres de la cultura popular suelen esconder verdades irrefutables.
Hay que emplear tiempo en acallar a ese cabrón de pepito grillo que nos susurra en sueños, que nos empuja en una dirección que no hemos escogido, que nos dice que seremos más felices cuanto más grande sea el plasma de nuestro salón, que nos aleja de esa esencia que surge cuando estás en paz y en silencio.
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