Ya lo he expresado alguna vez: uno de los momentos más épicos de la historia de la humanidad siempre me ha parecido aquel, en mitad del Atlántico, cuando los tripulantes de los navíos que arribaron en América empezaron a sufrir la escasez de alimentos y comenzó a surgir la duda ¿serían correctos los cálculos sobre la circunferencia de la tierra? ¿Llegarían a tiempo a las Indias antes de que se terminaran los víveres o morirían de sed e inanición en medio del Océano? Ya no había vuelta atrás, pues el retorno les condenaba a una muerte segura, y si hubieran roto a llorar y saltado por la borda, jamás habrían encontrado un inesperado continente de por medio, lleno de tesoros. La constatación histórica de la arquetípica travesía del desierto.
Anoche, trabajando en la última entrevista que hice a Kiko Amat, a propósito de su libro Chap Chap, me di cuenta que el tema central que vertebra toda la conversación, es el de mantenerse firme en tu propósito y evitar los lloriqueos. Espero entregarla pronto para que podáis leerla y que en la revista me den el suficiente espacio para no tener que cortar demasiado porque, (y puedo prometer que no fue a propósito: salió así) en muchas ocasiones, te das cuenta de cómo el periodismo se convierte en un ejercicio de psicoanálisis. Y no solo del entrevistado. Se habla mucho de toda la tradición literaria británica basada en cachondearse de las desgracias pero también de esa actitud, digamos de virilidad, de llegar al bar después de perder el trabajo y de que te abandone tu chica y soltar: "no pasa nada, muchachos... aquel curro era una mierda y ella un poco golfa. Pedidme otra cerveza, por favor".
En los últimos tiempos me he cruzado con muchas personas pasando por tramos difíciles ¿quién no, verdad? Y es cierto que no hay actitud más inútil que la lamentación: es paralizante y además, estoy convencido, ahuyenta la buena suerte. Hay situaciones realmente jodidas pero precisamente, me doy cuenta, que son estas las que hacen aflorar mayor cantidad de generosidad y solidaridad entre los seres humanos. Y por los que merece la pena seguir adelante. Evidentemente, siempre hay cobardes que huyen pero yo es que a esos no los considero humanos... Y porque como muy bien expresa Kiko en un momento de la entrevista: "El día que rompamos todos a llorar, esto puede parecer Mujercitas".
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