Desde que despertó por la mañana Arturo se sentía extraño, más ligero, como si durante el sueño hubiese mudado de piel como las serpientes. Tras asearse, salió de su casa como si nada. Al llegar a su trabajo y saludar al conserje, éste le preguntó dónde iba el señor.
- No seas guasón Damián, voy para la jaula– respondió.
El conserje desconcertado afirmaba no conocerle y Arturo temió por la salud mental del pobre hombre.
- Damián, no se preocupe. Voy al departamento de Ventas. Ahora bajo con alguno de los chicos.
El conserje accedió y Arturo subió al ascensor pensando en qué cosa más rara y si el pobre conserje no habría sufrido una embolia.
Como aún faltaba un rato para fichar, acudió a la cocina a tomar un café con sus compañeros.
- Buenos días, por las mañanas- era su saludo habitual pero los otros se quedaron pasmados como si fuera la primera vez que le veían- ¿Qué pasa chicos? Basta de bromas. Ahora lo entiendo todo: estáis conchabados con el conserje para gastarme una inocentada.
Intentó que los otros cediesen pero no hubo forma. Mosqueado, se marchó a su puesto. Abrió su cajón para sacar los informes pero lo encontró vacio. Aquello era lo último: habían hurgado entre sus cosas. En estas entró el encargado y se encaró con él:
- ¡Si queréis largarme, no teníais más que decírmelo!
- ¡Qué dice usted, suélteme las solapas o llamo a seguridad!
Arturo salió del edificio desconcertado. Qué coño estaba ocurriendo. Acudió a su bar de cabecera en busca de consuelo. No era bebedor mañanero pero necesitaba una copa.
- ¡Paco, ponme un chupito de lo que sea, no puedes imaginar lo que me ha pasado!
- Aquí tiene el señor- El tono era amabley cortés: exactamente el mismo que emplearía Paco con cualquier otro cliente. ¿Y ese “señor”? en su vida le había llamado “señor”, ni falta que hacía.
- Pero, coño, Paco no me conoces. Soy Arturo.
- Disculpe, señor, por aquí pasa mucha gente cada día.
Aquello rayaba lo insoportable. Decidió llamar a Cristina para contárselo. Ella era mucho más calmada y seguro que tenía una explicación razonable. Encendió el móvil, seleccionó la agenda en el menú y descubrió que estaba en blanco. Cojones. No necesitaba de agenda para marcar el teléfono de su chica.
- ¿Diga?
- Cris, soy yo.
- ¿Quié…?
Click. No tenía sentido seguir. Al parecer, ya no era quién solía. Aquello parecía un mal sueño y tal pensamiento le hizo sentirse exhausto. Decidió regresar a su casa, dormir un rato y comprobar si al despertar todo seguía igual. Llegó a su apartamento y no pudo abrir la puerta. Las llaves no encajaban en la cerradura. Para colmo, en el interior, se escuchaba el murmullo de una conversación. Bajó al portal para comprobar en el buzón que, efectivamente, ya no vivía allí.
Salió a la calle, era un día primaveral y hermoso. Se sentía extraño pero no preocupado: al fin y al cabo ya estaba harto de su trabajo, de su novia y de sí mismo.
3 comments:
Un chico con suerte :)
jeje, mola tu texto homie!
Como ¡Qué bello es vivir!, pero sin moraleja, sin ángel de la guarda, qué putada.
Me gusta el estilo, queda muy Alvite, sigue con la historia.
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