Tuesday, August 30, 2011

DEL SENTIMIENTO TRAGICÓMICO DE LA VIDA

Se atribuye a Rafael Alberti un chiste que me contaron hace tiempo:


Se encontraba Dios tranquilamente en el cielo cuando le alertaron las súplicas de un hombre.

- Qué sentido todo tiene esta vida? ¿Cómo podemos actuar del modo correcto? ¿Qué valor tiene nuestros actos si no existe trascendencia? ¡Señor, si existe un más allá hazme alguna señal!

Conmovido por los pesares del humano, Dios decidió bajar a la tierra y tomar cartas en el asunto, pero al presentarse ante el mortal…

- ¡Unamuno, otra vez tú!

Friday, August 26, 2011

CUIDADO CON LO QUE DICES...

Cualquiera que se detenga a repasar las características, aquello que nos hace humanos, convendrá que el lenguaje es una de las principales. Groso modo, lenguaje es la transmisión de conocimientos codificados que permite romper su ligazón natural con la experiencia y por ende, con el tiempo. Gracias al lenguaje eludimos el desgaste de experimentar para conocer. El conocimiento llega como un susurro desde el confín desde los tiempos o desde las antípodas, venciendo la cortapisa espacio-tiempo.

Es un hecho que el lenguaje crea realidades. Esto lo sabe cualquier chaval de primero de psicológia o de marketing y ha favorecido la proliferación de escuelas de PNL o coaching lingüístico, dicho en hortera. El caso es que se trata de una evidencia que me gustaría desvincular de la literatura de autoayuda para trasladar a nuestro día a día. Desde la utilización inconsciente de los verbos “tener” y “deber” (la obligación interiorizada es uno de los principales productores de culpa y miedo, antagonistas naturales de la alegría y el amor que todos deberíamos disfrutar) hasta la educación en el pánico que implica frases como “Cuidado con el perro”, “No hables con desconocidos” o “todas las mujeres son unas putas”. Especial responsabilidad deberían tener padres y educadores para no trasladar miedos y traumas que, en su momento, ya les jodieron su vida. Observo cómo se abusa con alegría de las radiofórmulas que bombardean a la oficinista o tendera de turno con canciones donde el amor es desgarrado y dependiente o no lo es. Y en la tele seriales y películas amplifican el mismo mensaje, interrumpidos por algún spot que te recuerda lo feliz que serías de tocarte la lotería (luego, ahora, no lo eres).

La otra mañana, fumando, reparé en la advertencia “Fumar mata” del paquete de cigarrillos y que ya ocupa la mitad de una de las caras del paquete. En la otra el mensaje no es más alentador: una foto del depósito de cadáveres. ¿De verdad es necesario tal nivel de dramatismo? Soy consciente de que el futuro de mi salud pasa por abandonar este feo hábito pero ¡déjenme decidirlo por mí, copón! Y sobre todo: no me programen para morir. Jamás en mi vida firmé un contrato que en sus clausulas avisara: “Este trabajo le causará depresión” ni escuché al oficiante de boda alguna aquello de “amarás a mengana hasta que la muerte os separe, o todo se vaya al cuerno y te veas en la calle abonando una pensión vitalicia”.

Tuesday, August 23, 2011

APUNTES SOBRE EL CINISMO

Vivimos malos tiempos para la lírica pero ¿cuándo fueron buenos?

Frente al envite continuo de exigencias y expectativas creadas, solo caben dos caminos: o enfrentarlo o convertirse en Lama. Como esto último no es tarea fácil, sobre todo si insistes en el anciano vicio de llevarte al buche un plato de sopa todas las noches, no queda otra que responder. Los más se pliegan, conceden; acaban asumiendo el rol que le han entregado las circunstancias y lo desempeñan con mayor o menor soltura según su grado de destreza. Luego están los del “no acepto” que tampoco son materia de hoy. Porque hay un pequeño grupo muy pintoresco sobre el que apetece escribir hace tiempo. Como los primeros, igualmente culpables, igualmente aquiescentes y cómplices pero que, de algún modo, han logrado escapar al olimpo de la superioridad moral. Y la realidad es que el fango les llega tan hasta el cogote como al resto. Son los cínicos.

Me resultan entrañables los cínicos porque somos unos grandes cobardes. Somos los profesionales del sí pero no (o más bien al contrario del no pero sí). Especialistas en el arte del disimulo, la media sonrisa, de “la cosa no va conmigo”… Capaces de observar como todo se va al garete sin otro movimiento que un ligero arqueamiento de ceja. Al menos, no nos engañemos. Podrá aducirse fatiga, falta de fe o dolor de huevos… ¿Quién no tiene su propia excusa para rendirse?

La otra tarde, un buen amigo me repetía “ser espiritual no te convierte en mejor persona”. Razón tenía. Ser cínico tampoco. Si acaso, al contrario porque el rebaño ignorante, aún guarda esperanzas en la llegada a puerto. El cínico observa impertérrito la deriva, refugiándose en un lenitivo “no es mi responsabilidad”. Vaya por delante, que creo que es la corriente filosófica campante en occidente. La gran vencedora. Solo que el cinismo no se hace responsable ni de sus victorias.

Si triunfan historias como las de Casablanca o La Jungla de Cristal es porque nos hablan de la redención del cinismo. De la postrera implicación con otros seres humanos. Del necesario e imprescindible alzamiento de máscaras que se produce al encontrar a un tío capaz de gritarle a los malos “Yippie Ki Yai, hijodeputa” mientras los ametralla como dios manda.

Thursday, August 18, 2011

EL SECRETO DE LAS FIESTAS

Sería tan sencillo mofarse de los holigans que estos días han tomado Madrid jaleando a Ratzinger… cómo olvidarse de que son todos igual que nosotros. Cualquiera que haya asistido a un festival de verano, una celebración liguera o al día del orgullo gay… si no gustan del guateque de Benedicto que aguanten el chaparrón o salgan de vacaciones, como hago yo cuando llegan las fiestas de mi barrio. Y si no han participado de ningún ritual colectivo, ya lo siento por ellos porque se pierden una de las manifestaciones más elementales de su especie. ¿Ridículos? Claro, como cualquier hincha del Barça con la blaugrana en el careto o el público que chilla cuando irrumpe Beyoncé en el escenario….

Vaya por delante que, como buen alumno de colegio de curas, me di de baja del cristianismo antes de la mayoría de edad. Pero más allá del pequeño caos producido por la aglomeración de humanos, la juerga cristiana no me molesta lo más mínimo. Casi diría que me divierte. No advierto la diferencia entre ser devoto del Papa o de Shakira (aunque es un hecho que Shakira tiene mejor trasero que Benedicto).

Por ello, no entiendo los conatos anticlericales, a día de hoy. En un Estado, laico por definición, en que ya no arrastran a nadie a la iglesia de las orejas. O es revanchismo o amargura. Me recuerdan un poco la actitud de esas viejas de pueblo que murmuran porque la juventud baila agarrao en las fiestas patronales. Y tengo la sensación de que hay un sector de la sociedad al que le molesta que el personal disfrute y se divierta. Para justificar ese talante censor se agarran a argumentos peregrinos (creo que el más en boga es el del gasto de la visita, cuando es evidente que el evento va a generar más ingresos que el Festival de Benicassim). Pequeños dictadores de ateneo a los que les gustaría legislar hasta la hora de hacerse pajas. En realidad, son los sucesores de esa iglesia censora de costumbres que tanto detestan. Inquisición laica, vaya.

En fin, que el concepto universal de fiesta consiste en eso: poner la cosa patas arribas, tirar petardos, soplar la gaita, incordiar al vecino cascarrabias… Y, sobre todo, mostrarle al depositario del poder quién es el verdadero valedor del mismo.

Y al día a recoger las basuras y los restos de la bacanal. Ya lo cantaba Serat en su tema Fiesta que no en balde abre con un “Gloria a dios en las alturas…”.

Sunday, August 07, 2011

¿EL TURISMO ES UN GRAN INVENTO?

Todo el que viaja a la India vuelve gilipollas perdido… No viene mucho al caso de lo que quiero expresar pero la frase llevaba demasiado tiempo en mi libreta, así que aprovecho la ocasión para entregarles mi axioma. Es un hecho. según los que han estado allí: La India te cambia la vida (…el tiempo justo que duran las vacaciones. Después a regresar a tu puesto de docente o chupatintas y entregar un diezmo a cambio fotos y dibujos de un niño con nombre exótico que te investirá de superioridad moral en cualquier discusión de clase media).

Ya me fui a los cerros de Úbeda. A lo que iba: un día, quizás hoy desde alguna lejana galaxia, uno estudiará el absurdo de dos fenómenos de la sociedad moderna. La publicidad callejera (tipos que entregan un papel a otros que depositan sin mirar en una papelera) y el turismo.

El turismo consiste en pasar una serie de incomodidades y calamidades en aras de no sé muy bien qué propósito. ¿Interés culturales? Rara vez ¿Aventura? Imposible ¿Descanso? Una leche. Creo que el fin último del turismo reside en tener algo de charla el día que te reincorporas al tajo y colgar las fotos en alguna red social en un intento de autoafirmación (básicamente, la función de este fascinante nuevo vehículo de exhibicionismo).

En mis días de director de cine vocacional, durante las extenuantes jornadas que se alargaban con frecuencia hasta el amanecer (dada la precariedad con que rodábamos, teníamos que planificar demasiadas tomas por jornada), solía repetirme con Óscar (amigo y corresponsable en aquellas lides): “Si nos pagaran por esto, no lo haríamos”. Pues con el turismo, igual.

Tengo el vicio de ojear, en la sección de Viajes de las librerías, lo que ofrecen las guías de Madrid, mi ciudad: museos que no visitaría en mi vida, monumentos al regente desconocido, locales gastronómicos de rejón garantizado, espectáculos flamencos para japoneses y todo en este plan… Las perspectivas etic y emic a tomar por culo...

Los horrísonos Celtas Cortos cantaban “Haz turismo invadiendo un país”. La copla era una crítica a las misiones bélicas en tierra extraña pero viene muy al caso de lo que supone la invasión turística de determinados lugares presuntamente dotados de aliciente turístico. Adictos al Sálvame Deluxe que muestran ufanos su estampa a las puertas del Louvre y te pegan la chapa sobre la vida y milagros de los Saboya. En fin, que si hoy es martes esto es Bélgica…