Thursday, February 28, 2008

ALFRED HITCHCOCK PRESENTA

El inspector decide tender una trampa al sospechoso de un crimen contra el que no tiene pruebas: Invita a cenar al tipo y contrata una actriz para que se caracterice de la victima asesinada e irrumpa en escena. Durante la cena, el asesino intenta mantener la calma, pero finalmente se derrumba ante la presencia del espectro y confiesa. El inspector detiene al tipo y acude a felicitar a la actriz por su magnífica interpretación, pero esta se disculpa porque ha sufrido un retraso y no pudo llegar a tiempo (...suenan los compases de la Marcha fúnebre para una marioneta de Gounod).

La culpa de que visionara tal historia con ocho años y no pudiera conciliar el sueño en toda la noche, fue de mi padre. El hombre era muy aficionado al suspense y gracias a él supe de la existencia de un mundo mucho más oscuro que el que habitaba. Me vino bien. Así, cada semana, veíamos juntos un nuevo capítulo de “Alfred Hitchcock presenta” aunque luego yo no pudiera dormir. Me encantaban aquellos capítulos, de apenas treinta minutos, en los que personajes corrientes se las medían con el crimen, el miedo, la angustia, los fantasmas o el delirium tremens...

No volví a ver la serie hasta mucho tiempo después. Durante los años ochenta pasaron un remake pero no era lo mismo: ni la serie, ni yo. Incluso Tarantino intentó emularla en un capítulo de la película Four Rooms, con resultados lamentables. A día de hoy, gracias a los coleccionables de periódico, recupero cada noche aquellas historias añejas, deudoras de los cuentos de Allan Poe, Conan Doyle o Roald Dahl. Y a la hora de acostarme vuelvo a revisar la almohada para comprobar que debajo no se esconde ninguna serpiente.

Tuesday, February 26, 2008

EL AMOR APESTA...

Dicen que es el más poderoso de los sentimientos, pero, en realidad, creo que es el menos fiable: basta comprobar lo poco que se tarda en detestar a la persona amada después de una ruptura.

Thursday, February 21, 2008

EJERCICIOS ZEN EN MITAD DE LA VORÁGINE

Por las mañanas, camino del trabajo, me gusta detenerme en el jardín de olivos que rodea al monumento a Don Quijote, en Plaza de España. Observo los nudos y retorcimientos de sus veteranas ramas, el césped uniforme y unos diminutos caminos de tierra que parecen trazados por los gnomos que habitan en ellos. Mientras fumo un pitillo antes de entregarme a la jornada laboral, reflexiono entre turistas orientales (los más madrugadores), escudado por la belleza de ese pequeño oasis, a caballo del caos de Gran Vía y Princesa.

Madrid ya no es un poblachón manchego. Es un enorme remolino que todo lo absorbe, lo mezcla y regurgita. De sus maneras caóticas surge su atractivo pero también el enorme desgaste que provoca. Por ello, cada vez se me hace más necesario encontrar espacios de serenidad, donde detener el tiempo siquiera por unos segundos.

CAMINO DE PERFECCIÓN

Soy un tipo abyecto. Poseído por vicios y adicciones. En mi mente campan el odio, el dolor y los instintos homicidas. No conozco otra ley que el egoísmo. De lo contrario ¿qué valor tendría el camino de perfección que me lleva a intentar ser mejor persona? Ningún mérito tiene el santo que ha nacido para serlo.

Monday, February 18, 2008

OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Entro a comprar unos cordones para mis botas. Es una de esas viejas zapaterías que, ancladas en el tiempo, resisten numantinamente la filosofía del usar y tirar. El dependiente explica a cada cliente el desperfecto que ha reparado, gracias a lo cual podrán seguir usando su calzado por bastante tiempo. Pese al olor a cuero y betún que impregna cada poro de la madera del mostrador, me siento a gusto en esta clase de establecimientos. Compré mis botas en Londres hace más de cinco años y he pateado con ellas hasta que su piel se ha amoldado a la forma de mis pies. Y aunque llevan ya un par de remiendos, bien engrasadas y cepilladas pueden aguantar el tipo en la cita más importante.

Días después, cuando regreso a casa, una catarata de agua cae desde el calentador a la pila de la cocina. A la mañana siguiente, llamo al servicio de urgencia. Cuando llega el técnico revisa la marca del electrodoméstico y me comenta:

- Tiene cinco años y medio ¿no?
- Exacto- le contesto.
- Los fabrican para que se estropeen en ese tiempo. La garantía solo cubre los cinco primeros años.

Asumo la factura como un mal necesario, mientras me despido de la idea de coger vacaciones. El técnico reemplaza el calentador por otro del mismo modelo. Le despido en la puerta del piso:

- Hasta dentro de cinco años.

Wednesday, February 13, 2008

MEDIOCRIDAD

El actor concluyó que, si deseaba el aplauso de la platea, mejor abandonar los monólogos de Shakespeare y comenzar a soltar chistes verdes.

Thursday, February 07, 2008

LO QUE SÉ DE LOS VAMPIROS (CAPÍTULO. 1)

La entrada de hoy es para comunicarles la compra del libro de Francisco Casavella Lo que sé de los vampiros, último premio Nadal. Porque su compra ha sido un suceso feliz. Toda compra tiene su punto catártico. Realmente, nunca compramos un objeto sino la idea que tenemos de tal. Una idea construida a partir de nuestras carencias, por eso el hecho de comprar resulta tan excitante. Y yo, en la cola de la librería, observando el careto de pasmado de la solapa del libro, no estaba adquiriendo un libro sino justicia; esa clase de justicia con que, ocasionalmente, el cosmos premia la obstinación y el talento y que, en secreto, todos anhelamos ver cumplida.

Sigo la obra de Casavella desde que descubrí su trilogía del Watusi. Me sedujo inmediatamente su lenguaje: pocos hay capaces de convertir en literatura las diferentes jergas y el slang de las gentes de barrio. Me sentí cercano a esa galería de personajes que retrata: hijos bastardos de la Barna lumpen, que no por ello cejan en apretar los dientes e intentar su asalto a una felicidad que les rechaza vez tras vez. Me gustó su gusto por la vida: su manera de describir la seducción como algo que casi nunca sucede; la ebriedad feliz como pertrecho de la realidad, en las antípodas de las lloreras de barra; la amoralidad, plagada de lealtades, de sus héroes sucios. Después de El día del Watusi, acudí a por más. El triunfo es un Hamlet de arrabal y de la descacharrante El secreto de las fiestas ya hemos hablado por aquí. Hoy he comprado Lo que sé de los vampiros y tengo autentica urgencia por empezarlo. Cambiar los barrios marginales de la Barcelona preolímpica por la Europa del siglo XVIII puede estar divertido. Ya les contaré.

LA INSOSLAYABLE MORALIDAD DEL SER

Mi Pepito Grillo anda inquieto. De otro modo no se entiende la obsesión por cuestiones éticas que me aqueja estos días. Después de comentar, en la entrada anterior, el desolador diagnóstico de Bauman, vamos con otro certero analista: Gilles Lipovetsky (gracias, Javi, por el descubrimiento). Aunque su discurso es eminentemente filosófico, su formación como sociólogo dota su tesis de una solvencia científica muy recomendable.

En El crepúsculo del deber, Lipovetsky traza el recorrido de la reflexión ética desde que, liberada por los ilustrados del terreno de lo sagrado, se otorga al individuo. En un primer estadio la ética se formula sobre la idea de Deber. Esta situación propiciará importantes avances en su desarrollo, desembocando en el pensamiento romántico, apoteosis del individuo vs. entorno. Durante el periodo industrial pervive como ética del trabajo y una vez que se instaura la sociedad moderna, o de consumo, se formula como una ética del placer, desterrándose la idea de Deber, con fatales consecuencias. ¿Fatales? Sí, pero no tanto.

Valiéndose de numerosos datos estadísticos, Lipovetsky propone que, lejos de avanzar hacia el precipicio, estamos en una fase de regulación ética. Esto es: que lo que no puede ser, no puede ser (y además es imposible). Y por mucho que nos interese impostar una ética del placer, no se puede soslayar la pulsión del Deber (aquella ley moral interna que fascinaba a Kant tanto como el cielo estrellado). Así Lipovetsky apunta como, en la modernidad, estamos reformulando conceptos éticos: del todo vale si es por el avance de la ciencia, pasamos a debatir sobre “bioética”; tras la revolución sexual de los 60 y 70´s surgen asociaciones a favor de la castidad; las prostitutas han cambiado su rango de estigmatizadas por el de víctimas; y después de la era de los yuppies surgen conceptos como Reputación Social Corporativa…

A pesar de su crudo análisis de los males de nuestro tiempo, consuela la versión evolutiva de la ética que propone Lipovetsky, lejos del fin de la historia. Apuesten por él, nos va el futuro en ello.

Monday, February 04, 2008

AMOR LÍQUIDO

Uno de los ensayos más lúcidos que me he llevado a la mollera últimamente es Amor líquido de Zygmunt Bauman. En este libro, el autor analiza la fragilidad de los vínculos humanos en la sociedad actual. Y es que, a veces, uno tiene la impresión de que, en la absurda espiral de competencia que hace avanzar el mundo, nos estamos dejando por el camino ideas fundamentales. No pretendo en esta entrada atacar al progreso, que, en general, me parece estupendo; sino al progreso que deviene en retroceso. Y estoy convencido que gran parte de los males que aquejan a la sociedad (marginación, depresión, ansiedad, soledad…) proceden de posiciones erróneas en lo referente al amor, la solidaridad, la ternura… En fin, tengo la sensación de que, para seguir el ritmo de los tiempos, renunciamos a ese pesado lastre llamado ideales. Y aunque soy de los que piensan que no hay que darles demasiada importancia (uno, a pesar de todo, mantiene su flema) creo que los sentimientos son un buen indicador de si estamos errando. No puede haber criterio sin toma de posición, ni amor sin compromiso. Y parece que nos hayamos convertido en una sociedad adolescente, en la que eludimos posicionarnos, apostando por una ideal o un amor.

FREE TOMATO!

La prueba más evidente de que la batalla está perdida es que no hay mejor causa que defender que el cierre de el tomate.