Thursday, August 27, 2009

LOS SINMÚSICA

Hoy vengo a hablarles de los sinmúsica. Los sinmúsica son una especie de personas que no necesitan la música para vivir. Cuando digo necesitar, lo digo en toda la magnitud del término: personas que enfermamos anímica y físicamente si pasamos demasiado tiempo carentes de música, persona que pinchamos un disco antes de tomar el primer café o que somos incapaces de realizar tarea alguna sino es arropados por notas musicales. No es ningún delito ser un sinmúsica; servidor es un sinpintura: no me conmueve y me cansa mirar cuadros. Sin embargo, hay una clase terrible de sinmúsica y son los que quieren pasar por melómanos.

Imagínense: hace unos años servidor recogiéndose a casa, en el Barrio del Pilar. Un poco pedo, la verdad. Se me ocurrió alternarle a un taxista que me explicaba que Dire Straits eran la mejor banda del mundo y que el Brothers in Arms era el disco del siglo. Por no pelear asentí y desencadené la secuencia de "escucha-esta-rebobino-espera-que-ahora-viene-la-mejor". Empezaron los acordes del Money for Nothing y escapé de aquel taxi haciéndome la firme promesa de que jamás volvería a pasar de un comentario semejante. Aunque fuera un comando talibán el que defendiera las excelencias del Mark Knoffler de los cojones. Sí, amigos, los sinmúsica melómanos que te descubren las excelencias de los Dire Straits, el Phill Collins y demás morralla.

Bruce Springsteen también es uno de las grandes debilidades de los sinmúsica. El problema es que a mí Springsteen sí me parece un músico acojonante. Y eso me irrita profundamente. Sobre todo cuando alguno de estos tontolaba me cuenta que lo ha visto en directo y yo aún no he sido capaz. No me gustan los conciertos de estadio: suelen ser caros, de imposible sonorización y salvo que pongas en riesgo tu vida no sabrás si el que toca es tu músico favorito o su primo del pueblo. Pero Springsteen es de los pocos por los que sería capaz de sacrificarme y fundirme en semejante marea humana.

Todo este rollo para presentarle uno de mis vídeos favoritos del tipo. Una actuación que me encanta. Es en el programa Old Grey Whistle Test de la BBC (aquí aún faltaba tiempo para que estrenaran Aplauso ¿se dan cuenta de por qué son superiores?): todos se lo pasan en grande, tanto el público (no desdeñen las muchachas que acosan al Boss) como los músicos. Como debe ser.

Monday, August 24, 2009

PROSPERIDAD

Hace unos meses leí, a instancias de Kiko Amat, Prosperidad, el debut literario del madrileño Carlos Herrero. Sinceramente, esperaba algo más lúdico y a la siguiente vez que me encontré con Kiko le recriminé que me hubiera recomendado una lectura tan desesperada y doliente.

El argumento del libro es fácil: estudiante desmotivado, abandonado a un beber desesperado, cuyas únicas opciones sexuales son las gordas y las putas, ve pasar sus días sin encontrar motivación, ni asidero. Y así más de 200 páginas de borracheras tristes, sexo fatigado, cenas recalentadas, colegas que te arrastran al pozo y dolor, demasiado dolor. Y no de ese dolor como el de un martillazo que te excita y te hace reaccionar, sino dolor sostenido, persistente como la gota china que desciende a cada rato sobre el cráneo de la víctima hasta abocarle a la locura.

Prosperidad es un bonito anhelo; también es un barrio de Madrid. En teoría, la acción de mejorar merced al propio esfuerzo. sin embargo al reflexionar sobre ella no es extraño que se cuelen connotaciones azarosas, mágicas, esotéricas… como si el propio esfuerzo no fuera condición suficiente. Como si uno necesitara de la intervención de los dioses para alcanzarla.

En los últimos años estoy luchando por valerme por mi mismo, al menos en lo laboral. Después de quince años, rompí las amarras que me unían a un pasaje de mediocres y acometí mi propio proyecto. No me arrepiento, pero es cierto que esa anhelada prosperidad a veces parece antes fruto del azar que del esfuerzo: de una llamada de teléfono que te arregle la cuenta de resultados, de que el banco amplíe los créditos, de que el personal vea las razones de invertir y que confíen en ti. Es cierto, a veces te gana la inseguridad y entonces todo se bambolea y pierdes pie y cualquier cantamañanas adquiere la potestad de joderte la existencia por una minucia.

Me resulta alarmante, aunque no extraña, la noticia del alto tanto por ciento de parados que están preparando oposiciones. Como si lo público, que debería significarse por la vocación de servicio, fuese en realidad la única opción de prosperidad que ofrece una sociedad. Vaya tela.

Wednesday, August 19, 2009

SEMÁFOROS DE DUBLÍN

El tráfico dice mucho de los habitantes de una ciudad. Por ejemplo Roma es la tierra prometida de los fabricantes de pastillas de frenos. Cruzar un paso de cebra es una prueba de fe mayor que el salto al vacío de Indiana Jones en la Última Cruzada. En España el semáforo marca marcialmente la norma. Somos así los españoles, funcionamos a golpe de corneta y cualquier laxitud en las normas es utilizado en provecho de la picaresca. Resulta sorprendente la cantidad de países en los que no hay que validar a la entrada el billete en los transportes públicos; en España esto sería impensable: viajaríamos todos de balde.

Es lo que tienen los amores apasionados. Mi anglofilia provoca que hasta me parezca bien que conduzcan al contrario que el resto del mundo. En Irlanda también se conduce por la izquierda pero al contrario que en el modelo londinense (cercano al español: se cruza cuando la maquinita te lo indica), a la hora de cruzar se establece un convenio entre peatón y conductor. El tiempo que el semáforo dicta para cruzar de acera es mínimo. Sin embargo, antes, después e incluso durante el periodo en que está rojo, el peatón pasa, los coches se detienen y nadie grita ni acciona el claxon. Qué quieren, descubrir estos detalles es lo que más me gusta de viajar.

El primer día de aterrizar en Dublín parecíamos unos pasmarotes cada vez que llegábamos a un semáforo. Al principio tienes que ir con cuidado porque la costumbre te lleva a mirar hacia el sentido contrario y hasta que descubrimos la manera de cruzar a la irlandesa, nos tirábamos un buen rato esperando, a que el semáforo nos diera paso. Era fácil distinguir entre turistas, pasmados, y autóctonos que cruzaban alegremente mientras el tráfico se detenía a su paso.

Ya he comentado lo vivible que me resultó Dublín. Creo que algo tiene que ver la ausencia de metro pero también con el carácter, con esa cortesía que permite un acuerdo amable entre peatón y conductor sin necesidad de que unas máquinas pauten su conducta.

Semaforos de Dublín, me habéis llegado al alma. ¿O acaso estábais en el fondo de ella?

Monday, August 17, 2009

VISIONARIO

Ya desde niño, Shaun recibía visiones del futuro. El problema es que las visiones procedían de cuantos futuros eran posibles y unas se cumplían mientras otras no. Shaun pasó su infancia y su juventud atemorizado por predicciones que muchas veces no se cumplían. Descartó viajes y rechazó parejas por temor a un accidente o una posible infidelidad, sobreprotegía a sus amigos hasta que se cansaban de tanto celo y acababan evitándole. Un día sufrió la visión de su propia muerte: hubo que dejar de prestar atención a las predicciones para no cumplir la de que la angustia le conduciría a su suicidio.

Thursday, August 13, 2009

MIEDO A VOLAR

Este verano me ha tocado, de nuevo, subir a un avión. Desgraciadamente, no hubo manera de convencer a mis acompañantes de viajar a Dublín en ferry, lo cual es una pena porque creo que la travesía hubiera sido de lo más grata.

Y ahí estaba el día de antes. Me fui a comer con unos amigos y prolongué la sobremesa por aquello de posponer el momento de hacer las maletas

Dos años sin volar. De madrugada, me despierto, enciendo la tele y un pitillo. Reponen un reportaje sobre mujeres piloto. Nos suben a la cabina mientras una mujer perfecta (de la que nunca me enamoraría) nos explica la seguridad de los vuelos comerciales, el avión como cámara de Faraday invulnerable a las tormentas, las turbulencias que no afectan a la aerodinámica del aparato, los preciosos amaneceres desde la cabina… No me creo nada y temblaré como un chiquillo durante el despegue.

Está claro que es el medio de locomoción más seguro, que diariamente se suben a un avión miles de personas, que si algo falla ni te enteras del hostión, que tal y que Pascual… Pero según se va acercando el momento de subirme se me seca la garganta, se acelera el pulso y me disgusta que me den conversación: bastante tengo con mis pensamientos de pánico.

“Creo que no podría ser uno de esos ejecutivos que se pasan la vida de aeropuerto en aeropuerto” le digo a mi hermano por aquello de destensar el ambiente. Los dos vuelos resultan de lo más tranquilos. Tengo la certeza de que hay pilotos buenos y pilotos cabrones que a la que ven un banco de nubes se lanzan en picado a bambolear al pasaje. Me tocan dos de los buenos y sin embargo las manos me sudan como a un mal jugador de poker.

Me pregunto por mi miedo a volar. Antes no lo padecía pero un año, volviendo de trabajar en Mallorca, nos tocó atravesar la dichosa “gota fría” del Mediterráneo y aquello se bamboleaba como una atracción de feria. Mi compañera de asiento me aconsejó un lingotazo de whiscky pero no es plan buscarse nuevas excusas para beber. En realidad, no se trata de temor a la muerte, sino de miedo a no poseer el control; de que si aquello dice “para abajo” poco puedes hacer, salvo gritar.

Ya en Dublín, degustando una pinta, pienso que el vuelo ha merecido la pena, que no fue para tanto y que de otro modo no podría disfrutar de una ciudad tan estupenda. Pero aún queda en mi cabeza el miedo postergado al vuelo de vuelta.

Tuesday, August 11, 2009

CAFÉ IRLANDÉS

Regreso de Dubín encantado y cargado de buenos propósitos. A ver lo que me duran. Qué lugar más agradable y vivible.