Tuesday, March 11, 2008

LA RULETA DEL PÁNICO

Merced a su esfuerzo y talento, Federico había levantando un imperio desde la nada. Una noche, tras cerrar un sustancioso negocio, decidió acudir al casino a relajarse. Sin embargo, al apostar en la ruleta empezó a experimentar mareos. No era por la cuantía de la apuesta: podía perder esa cantidad, una y mil veces, sin despeinarse. Pero el movimiento de la bolita sobre las casillas de la ruleta le llenó de tal inquietud que llamó a su chofer para que le devolviera a su casa.

A la mañana siguiente, intentó fingir que nada había pasado pero, en el coche de camino a su empresa, comenzó a hiperventilar y volvieron las nauseas. Empezó a temer que el vehículo se estrellara antes de regresar a su domicilio. No podía dejar de pensar en aquella maldita bola girando sobre la ruleta. Pasó varios días confinado en casa fingiendo una indisposición y, cuando el pánico a sufrir un accidente se hizo insuperable, mando instalar un equipo de videoconferencia para atender sus negocios desde el domicilio. Pero no fue suficiente: cada vez que sus hijos partían hacía el colegio, temía que un cascote o una maceta los alcanzara en el camino y no se calmaba hasta verlos regresar por la tarde. Contrató los mejores instructores y los niños comenzaron a recibir sus clases en el hogar. Su mujer fue conminada a abandonar las numerosas actividades con que entretenía su tiempo libre, por temor a que se ahogase en la piscina o sufriese una caída del caballo. Mantenía a su familia en un estado de amoroso secuestro, pero la ruleta seguía girando dentro de su cabeza. Empezó a obsesionarse con la posibilidad de sufrir un asalto en su residencia y contrató los mejores sistemas de seguridad. Por las noches obligaba a su familia a descansar todos juntos en la habitación del pánico construida al efecto.

Su mujer no tardó en abandonarle, cansada de marchitarse en aquella jaula de oro. Los hijos crecieron en el rencor contra el que les había privado de recreos y compañeros. Los negocios quebraron por culpa de su ausencia. Y en fin, Federico concluyó que el miedo le había condenado a la muerte en vida dentro de aquel mausoleo en que había transformado su mansión. Mientras, la ruleta seguía girando...

1 comment:

Anonymous said...

Pues me he estado tragando en el plus unos programas de fobias en donde salió un tío que no podía estar a más de 50 km de su casa.
No podían ir de vacaciones, ni a visitar familiares ...nada de nada.
Finalmente su mujer se separó y él aparecía en el programa con otra mujer que en su día padeció lo mismo, intentando ayudarle a coger un ferry como terapia de choque pero no fue capaz...en fin realidad de realidades.