Tuesday, May 13, 2008

VAGABUNDOS

Camino del trabajo me cruzo con varios vagabundos. Arranca la jornada e imagino que les desalojan de los cajeros automáticos y puentes donde descansan y se encuentran con un día entero sin nada que rascar. Un vagabundo a primera hora parece aún más desamparado; sin embargo, mi compasión posee un regusto de envidia.

A mi manera, también fui vagabundo durante un par de años. Fue al comenzar los estudios en la universidad. Una secuencia de catástrofes me arrojó a la Facultad de Químicas y después de un par de meses de asistencia numantina, me convertí en un espíritu errante. No sabía cómo explicarle a mi familia que aquello me aburría mortalmente así que, como cuenta Bukowsky de su padre, me levantaba cada mañana y me lanzaba a las calles a hacer que hacía. En el mejor de los casos tenía algo de pasta para recogerme en la sesión matinal de un cine pero, en general, iba tan pelado que me juntaba con un amigo en la misma tesitura y nos dedicábamos a charlar y a fundir el abono transportes hasta una hora prudencial de vuelta a casa: íbamos hasta Cantoblanco a desayunar por los precios de la cafetería, visitábamos exposiciones, paramos por la acampada de Sintel, mirábamos las ofertas de discos…

Fue una época estupenda pero los resultados académicos nos delataron frente a nuestras sufridas familias. Ambos cambiamos de carrera y yo entré a trabajar en el turno de noche de una compañía telefónica. Se acabó la buena vida. Desde entonces añoro esa sensación de libertad, de carecer de la obligación de amortizar el tiempo.

6 comments:

Franziska said...

No te preocupes cuando te jubiles tendrás esa sensación de libertad. Te aseguro que merece la pena. Nunca he sido más libre. Casi no podía creérmelo, tenía tiempo incluso para pensar en lo que había sido mi vida y también para reflexionar sobre otras cosas más interesantes que yo misma.¡Que ya es decir!

Y ya, sólo por llevarte un poco la contraria, te diré que no tener un lugar, por pequeño o malo que sea, donde puedas disfrutar de un poco de intimidad, es algo muy duro y doloroso. Tan duro que destruirá cualquier sentimiento de libertad.

He observado que algunos vagabundos pasan muchísimo tiempo en el mismo lugar y terminan por convertirlo en su residencia. Durante años, veía yo todos los días al salir del metro de Pico de los Artilleros (Barrio de Moratalaz) al mismo vagabundo. Había una persona que le permitía asearse en su casa y cambiar de ropa por lo que mantenía un aspecto casi normal. Lo extraño es que permanecía allí las 24 horas vigilando que nadie se adueñara de su espacio. Fingía que estudiaba y jamás pedía nada. Un curioso personaje: estaba loco pero te agradecía más un rato de conversación que cualquier regalo, dinero o comida que pudieras darle.

Saludos cordiales.

mario said...

No me cabe duda franziska de ambas afirmaciones. Por un lado, siempre he dicho que de ser posible me jubilaría ahora mismo. Nunca me he sentido más agusto y dueño de mi vida que durante los periodos de paro.

Por otra parte, también estoy de acuerdo contigo en lo que dices sobre un espacio de intimidad. El texto no pretendía ser un canto a la poética del clochard que imagino bastante poca, con esas noches frias, ese sueño difícil en los bancos o ese refugiarse en adicciones para huir de la realidad, sino una reflexión acerca de cuanto añoro no tener que vender mi tiempo para pagar los gastos de poseer un reducto de intimidad.

Saludos!

Mi viaje de Chihiro said...

Jolín que reflexiones mas profundas...
La verdad es que yo nunca "he disfrutado" del paro. Pero debe ser genial. Al fin y al cabo cuando te dan vacaciones en el trabajo no te están dando otra cosa sino tiempo. Bendito tiempo libre! La verdad es que es muy triste eso que dices de estar "esclavizado" porque tienes cosas que pagar y a cambio vas gastando tu tiempo. Creo que el tiempo, además del sueño, es algo que no se recupera nunca.

Saludos. Tu blog está genial.

Raquel Márquez said...

¡Qué conexión! Yo ahora estoy de vagabunda con hogar por lo del paro, pero como el último trabajo me gustaba de verdad no me apetece ni vagabundear por ahí, de hecho acabo pasando casi todo el día en casa, se impone trazar un plan...

Bueno, y ya te he comentado en siete u ocho entradas de aquí para atrás, así que huyo de este blog absorbente de una vez :)

Abrazazo.

David said...

Y es que el mundo es tan grande, que incluso el vagabundear, y no digamos ya el trabajo, aquel que establece raices con el suelo, se hace pequeño...

Javier Díez said...

En una película donde el protagonista era José Coronado, que se llamaba Vida de Nadie, el personaje salía de su casa haciendo que iba a trabajar, pero todo era mentira, pegaba sablazo tras sablazo diciendo que era economista e inversor exitoso, algo parecido a Gescartera, era un vagabundo bien vestido.

No sé, pero yo creo que no saber dónde ir, acaba siendo una tortura. Y el tiempo que es relativo lo creas tú, por eso disfrutas más las vacaciones, más que el paro, salvo Mario, aunque yo apliqué su teoría y funciona, se disfruta.