Saturday, September 03, 2011

SALDOS DEMOCRÁTICOS

Estoy seguro que cuando la humanidad consiga superar este bache, se estudiará nuestra época con el mismo asombro que hoy experimentamos al saber de la esclavitud, la discriminación femenina o las cazas de brujas.

No nos engañemos, en estos tiempos post industriales en que nos movemos las cosas se producen prácticamente solas. Luis Racionero ya proponía hace dos décadas en su ensayo Del paro al ocio que la cosa redundara en la reducción de jornadas laborales, en lugar de en el enriquecimiento de unos pocos. Pero los tiros no han ido por ahí a pesar de lo cabal de la propuesta. Estudiemos como opera esta dinámica y cuáles son sus consecuencias:

Cualquiera que entienda algo de cine sabe que el productor es el dueño de la película. Al final el que pone la pasta es quien coloca a su novia en el papel principal y el que decide el montaje definitivo, por encima del director. Esto es así en el 99% de las películas que se realizan. Trasladando el procedimiento a estructura social encontramos que el dueño de la fábrica nombra al alcalde que a su vez contrata al maestro de escuela. Cambiemos fábricas por bancos, alcaldes por gobiernos y maestros por sistema educativo y tendremos un esquema muy claro de cómo andan las cosas: jodidas.

El sistema educativo (con la familia al frente) es elemento sobre el que pivota cualquier proyecto de ingeniería social. Si algún incauto piensa en que para controlar tales desmanes se inventó la democracia que relea el párrafo anterior, mientras yo me lo imagino como el perrillo al que se le lanza un hueso de plástico mientras los ladrones saquean la vivienda. Nos educan como consumidores antes que como ciudadanos o seres humanos. Cercenando de raíz cualquier conato de imaginación, curiosidad o sentido del riesgo. Inoculándonos el peor de los miedos: el del rechazo, la exclusión, la pobreza; el no ser lo suficientemente bueno para vivir en una manada convertida en sociedad de consumo.

Ya no se trata de producir lo que se necesita sino de necesitar lo que se produce. En tiempos más ingenuos se utilizaba la obsolescencia programada, ahora nos la han incrustado en nuestro ADN. Consulten cualquier foro de compraventa de coches, piensen en cuantos teléfonos móviles han pasado por su vida o en la frustración por no haber podido viajar el último verano y descubrirán las alarmantes evidencias de lo que explico.

Tengo la certeza de que esto va a cambiar pronto, dado que no considero que seamos una especie tan imbécil de propiciar nuestra extinción. El miedo no existe si no le abres la puerta y el poder no es sino una ilusión consentida. La batalla se ha trasladado del parlamento al centro comercial y no hay otro camino que la conciencia y la asunción de responsabilidades sobre nuestras acciones. ¿Para qué demorarlo más?

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