Saturday, June 16, 2012

LOS HUERFANITOS - SANTIAGO LORENZO

Blackie Books lo ha vuelto a hacer. Porque, digámoslo alto y  claro: “¡Estamos ante el nuevo Jardiel!”. (Y cualquiera que me conozca sabe lo que comulgo con el humor del autor de Amor se escribe sin hache).

Quiso la casualidad que cuando entrevisté a Grace Morales a santo de su novela, esta apareciera publicada junto a otra a Santiago Lorenzo. Conocía al autor porque me encanta Mamá es Boba (esa película tan falta de pretensiones como sobrada de talento y ternura: la historia de un chaval que piensa que sus padres son tontos del culo y vive Dios que lo son). En las respuestas de Lorenzo hubo una que me atravesó: “La pobreza es sagrada y es muy útil pasar por ella” y me dije “este tío sabe de lo que habla”.

Hace un par de años, me encontraba arruinado, el señor Fenosa me había cortado la luz de casa y tuve que regresar a la de mis padres, más de diez años después de marcharme dando un sonoro portazo. Y hecho un poema (el de un suicida que decide despedirse de la vida en verso). Lo que en principio parecía el fin del mundo, terminó por convertirse en una de las experiencias más aleccionadoras de mi vida: la humildad, la necesidad de “el otro” (uno que hacía gala de aquella máxima de Sartre de “el infierno son los demás”), el perdón, la aceptación… son etapas en las que he ido haciendo meta desde aquel día en que derrotado pulsé el timbre familiar.

Los Huerfanitos, la última novela de Lorenzo, también aborda los temas de la familia  y la ruina. Es la historia de tres hermanos que reciben de su padre un testamento envenenado: Como en aquellas películas en que, para cobrar, los herederos  deben pasar una noche en… ¡la mansión tenebrosa! (suena un trueno), los Susmozas deben permanecer amarrados al Teatro Pigalle, escenario de los días más terribles de su infancia (¡todos!), donde cada rincón les traerá  el recuerdo de un padre que fue un golfo de altura admirable, Pero no se asusten, no es este un dramón de honduras bergmanianas sino un sainete celtíbero (¿hay algo más español que reírse de las desgracias ajenas?). Y además muy bien escrito. En castizo; que es algo que me pirra.  Desventuras urdidas con imaginación y mala leche pero sin hacer sangre  y según me confesó su autor, basada en hechos reales.

Pocas veces interactúo con mis mitos, pero tras charlar sobre la circunstancia de arruinarse, le pedí a Lorenzo que me dedicara  su obra con aquella frase que me había conducido hasta ella. Y añadió un confortante: “Enhorabuena”.



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