Thursday, May 14, 2009

NEGROS PENSAMIENTOS

Acabo de leer El beso de la sirena negra de Jesús Ferrero, una excelente y moderna novela negra. Narra la investigación de una detective privado que la conduce a ambientes de una sórdida exquisitez, en pos de la hija extraviada de una familia de la alta sociedad. Hasta ahí todo dentro de los cánones del género. Lo que me ha interesado del libro es su particular manera de indagar en el alma humana.

Pienso que la popularidad del detective privado como personaje de ficción es que funciona como una suerte de fantasma: un alter ego del narrador que nos permite atravesar la pared de cristal que separa las diferentes clases sociales, a menudo tan estancas. El detective es uno de los pocos profesionales a los que se permite frecuentar tanto las mansiones como los burdeles (suponiendo que ambos no coincidan en el espacio, que también los habrá). Podríamos pensar en un detective fontanero: también podría, desde un origen humilde, frecuentar las clases más altas en el ejercicio de su profesión. Pero al fontanero no se le permite husmear: se le conduce desde el recibidor al cuarto de baño o la cocina y no le es dado la posibilidad de curiosear demasiado (aunque podría ser un interesante reto del escribir una novela bajo esta premisa. Me lo apunto).

La novela negra, que encandiló a mentes tan portentosas como la de Pessoa, es en apariencia un reto intelectual. Un juego si se quiere. Se trata de resolver un misterio antes de llegar a sus páginas finales. Quizás el primer detective a la manera en que hoy lo entendemos fuera el Auguste Dupin, protagonista de varios de los relatos de Poe. Especialmente divertido es aquel en que la policía busca infructuosamente una carta que se encuentra en una pared del salón a la vista de todos. Hay filigranas absolutamente admirables y declaro mi predilección por el más popular de los detectives, Sherlock Holmes, frente al más amanerado y aristocrático Poirot. Ambos emplean el método deductivo, el positivismo, la ciencia en sus averiguaciones. Esto y una capacidad de observación envidiables son sus mejores armas.

Ahora bien, sin perder el elemento de misterio, la novela negra funciona, en otro nivel, como nóvela costumbrista. Este aspecto puede identificarse ya en algunas narraciones decimonónicas pero se dispara en el siglo XX con la irrupción del detective en los bajos fondos, feudo hasta entonces de la novela picaresca, rollo Dickens o El Buscón. Novela costumbrista y de denuncia, pues a la par que aparecen las capas bajas, afloran la corrupción, los vicios y las prebendas. Así la novela negra se convierte en un pasaporte para comprender los entresijos de la sociedad que nunca aparecerán en los diarios. Parapetado bajo el manto de la ficción, el narrador denuncia la corrupción policial, los sobornos de jueces o los vicios del alcalde.

Al margen de las controversias que ha generado, la Teoría del Sicoanálisis de Freud resultó una autentica bomba intelectual, principalmente porque su onda expansiva afectó a bastantes disciplinas, más allá de la sicología. Así también la novela negra se ve "contaminada" por este razonamiento: Empieza a interesas la sique de los personajes, el investigador pasa de buscar pistas a encontrar motivaciones, el malvado se convierte en ocasiones en un trastornado y los protagonistas de la novela negra ganan en personalidad y matices.

Volviendo al principio, la trama de El beso de la sirena negra trasciende la investigación sicológica que deviene investigación moral, llegando a ensuciar los principios de la propia detective. En consonancia con lo que escribió Séneca, que recomendaba tratar solo con gente excelente, la moralidad puede resultar contagiosa. Y voyeur y espiado participar en un juego de espejos en el que se confunde quién es quién.

2 comments:

Melanconoia said...

No deja de inquietarme la afirmación de que la moralidad pueda ser altamente contagiosa.
Tengo mis serias reservas al respecto, de hecho me huele más exceso de Séneca que a realidad tangible.
En cambio la estupidez si que está demostrado que se contagia.
O tal vez es que los gilipollas se buscan entre si.

Lo dijo Quevedo, qué coño, mucho más interesante que Séneca a mi juicio: "Todos los hombres que parecen estúpidos lo son y la mitad de los que no lo parecen también."

mario said...

No sé. Yo creo que sí existe cierta tendencia a vampirizar a los que nos rodean. En lo malo pero tb en lo bueno.