Monday, April 28, 2008

LA REVANCHA DE HANS

Apenas ningún incidente alteraba la tranquilidad de los habitantes del Condado de Hesse. A excepción de los hurtos de Hans “el patas”, los vecinos disfrutaban de una vida próspera y feliz. Siendo el único ciudadano que había quebrantado la ley en los últimos años, no era difícil detener al delincuente cada vez que desaparecía algún objeto de valor. Pese a que se trataba de un individuo muy veloz, el alguacil terminaba siempre por apresarlo. Incontables veces Hans “el patas” había recorrido el trayecto del juzgado al calabozo, pero se prometió que aquella sería la última. Mientras observaba el goteo de las humedades de la prisión, Hans “el patas” urdió un plan: una venganza contra el juez y el alguacil que habían amargado su vida durante años.

Cumplida su condena, Hans “el patas” fue, puesto en libertad de nuevo. Acudió a ofrecer sus servicios como labrador a un capataz. Este, a pesar de la fama de rufián y haciendo gala de la natural confianza de las gentes del Condado, decidió darle empleo en sus campos, no sin antes ordenar que se le mantuviera estrechamente vigilado. Jornada tras jornada, Hans demostró su solvencia: llegando el primero y marchando el último, trabajando con denuedo en las circunstancias más adversas. Merced a su austeridad, Hans ahorró su jornal durante meses hasta que pudo comprar su primer acre de tierra. Araba de día los campos de otros y de noche los suyos y poco a poco, se granjeó el alias de “Hans el próspero”.

Con el tiempo, “Hans el próspero” no necesitó emplearse para otros: la tierra daba sus frutos y contrató su propia cuadrilla. A la par, empezó a frecuentar la taberna, donde se reunía con otros terratenientes al caer el día y pagaba numerosas rondas. Más tarde apareció por la Plaza Mayor donde entabló relación con los comerciantes: Hans “el prospero“ se convirtió en un buen cliente, de los que jamás regatean. Finalmente, recaló en la Asamblea y comenzó a participar en las votaciones del Condado de Hesse. Durante una sesión pidió la palabra: Explicó que, merced al esfuerzo de sus vecinos, el Condado era una de las regiones más prósperas del Reino. Nadie sentía la necesidad de delinquir, pues aquella tierra generosa cumplía los deseos de cualquiera que se esforzara en ello. Erradicada la delincuencia ¿qué sentido tenía mantener en sus puestos al juez y al alguacil? La partida del presupuesto destinada a pagar el sueldo de aquellos “holgazanes” podía destinarse a mejor menester, como construir el alcantarillado o un nuevo dique. La Asamblea al completo aplaudió el discurso, no en vano estaba compuesta por una representación de agricultores, terratenientes y comerciantes. Alguacil y juez fueron cesados de sus cargos, no sin que antes un sonriente Hans les ofreciera un puesto de trabajo dentro de su cuadrilla.

(Dedicado a la gente de la prisión de Pontevedra)

5 comments:

Patrice said...

Y por qué a los reclusos de Pontevedra? Fíjate que sin conocer a ninguno les tengo aprecio, porque cuando vivía en esa ciudad, la emisora de radio en la que trabajaba hacía en ocasiones el programa desde la cárcel, y no veas lo mucho q lo apreciaban ellos.

Anikin said...

"En casa del herrero cuchillo de palo", que dicen.
Ciertamente si no existiera el crimen no tendría que existir la justicia, ahí es donde se muestra el lado perverso del ser humano. Aquí estamos todos los estudiantes o futuros estudiantes de derecho frotándonos las patitas cada vez que leemos el periódico.
Pero a pesar de todo, siempre causa más satisfacción saber que aunque no debería existir, la Justicia funciona de vez en vez.
Un saludo a ti y a los reclusos de la cárcel de Pontevedra.

miss lisbon said...

Me ha encantado!!!
Ha sido una mezcla de Dickens y Hitchcock. Que final tan limpio y elegante.
Moitos Bicos

Javier Díez said...

Yo creo en la buena gente, y dentro de los delincuentes, generalmente se encuentra un tanto por ciento igual de buena gente, por eso, y por el final fino, creo que que es un buen deseo. Un saludo. Pero eso sí, los muy cabrones a la cárcel.

Raquel Márquez said...

Qué bueno, me ha encantado. ¿Suena muy de derechas si digo que así es como tendrían que ser todas las revoluciones: individualistas, a base de trabajo duro...? No suena muy a revolución, no. Va a ser que no creo en las revoluciones, coñe.