Friday, April 11, 2008

PODA

Por CARLOS MARZAL

Por desgracia no hay nada semejante, en el universo del hombre, al acto de la poda -salvo en la ceremonia, tal vez, de cortarnos las uñas y los cabellos-. Quiero decir algo idéntico, literal: un rito de renovación que supusiera cortar con sabiduría los miembros que ya nos han servido, para que regresaran más fuertes y pujantes después de un período de letargo. En mis ensoñaciones de ocioso a la deriva siento una secreta envidia de carácter vegetal, un inconcreto rencor hacia nada en concreto, por el hecho de no haber sido creado con esa posibilidad de sucesivos renacimientos. Me imagino como un arbusto cualquiera, como un árbol cualquiera, como una planta cualquiera, y me sueño capaz de reducirme a mi esquema más sencillo, a mi elementalidad, que después sabrá volver con su forma mejor, a su nueva anatomía. Estamos muy poco dotados para la renovación completa, para el cambio absoluto de la absoluta regeneración. Somos animales acumulativos, demasiado memoriosos, demasiado históricos. Vivimos atados a la cadena de los acontecimientos sucesivos, aunque nuestra inteligencia nos permita asomarnos al mundo de la simultaneidad. Poca poda podemos aplicarnos a lo largo de nuestra aventura terrestre.

Podemos aplicarnos poco fuego. También tengo arrebatos de desasosiego por no ser capaz de tolerar la purgación de las llamas. Quién pudiera tomar baños de fuego como quien toma baños de sol. O mejor: quién pudiera tomar baños de fuego como quien toma un baño. Un simple baño diario. En mis delirios regeneradores, se me antoja la tolerancia al fuego un requisito indispensable para el nuevo hombre. Unos minutos de hoguera al día, una breve visita a la pira, una aplicación de tea: y fuera los malos recuerdos recientes, fuera todo lo superfluo que acumulamos, fuera todo lo superficial con lo que convivimos. Una sauna benéfica de brasas al rojo vivo, un paseo sobre ascuas candentes: y después, a renacer de nuestras cenizas, con sólo lo imprescindible, con el único bagaje de lo excelente, con los pertrechos de lo necesario nada más.

Esta meditación tiene que descender al plano metafórico, en vista de que no puede elevarse a la pura realidad que reclama. Ya que no somos capaces de esa simplicidad radical, tendremos que consolarnos con extraer de todo esto una lección simbólica. Hay que cortar, hay que romper, hay que tirar, hay que quemar: para aligerarnos, para esencializarnos, para no pesar más de la cuenta. La inteligencia, el saber, el conocimiento, también tiene sus trastos, también acumula su polvo, también posee sus desvanes repletos de chismes inservibles. A diario se nos cuelan en casa, invaden nuestra intimidad, cientos, miles de asuntos para los cuales la palabra basura constituye un eufemismo halagador. Todo eso termina por obstruir nuestras venas, por lastrar nuestro sistema nervioso, por hacernos el trastero atestado de nosotros mismos. No hay tiempo que perder, porque no hay tiempo. Así que fuego a todo eso. Así que poda a todo eso.


(Publicado el 9 de abril en el suplemento Campus del diario El Mundo)

6 comments:

Raquel Márquez said...

Me encanta este texto...

Empezar de cero siempre ha sido mi mayor ambición, es lo que me gusta de los rituales, no el hecho de que se repiten igual que en el pasado, sino el hecho de que celebran el principio de lo siguiente... Hasta cuando voy a la peluquería tengo la sensación de que estoy inaugurando algo y por eso me merece la pena lo que me aburro las tres horas que tardan!

Un besazo.

David said...

Qué bueno es Carlos Marzal. Este miércoles está dando un curso gratuito en la Casa Encendida, a partir de las 19 h. Yo tengo abogado, pero sí no, iría sin dudarlo.

"Vamos a aplaudir todos
porque ésto se está acabando"

puse de final de un poema. Celebrar que el fin es el comienzo...

Franziska said...

He leído el texto con mucho interés. Ahora estoy tratando de salir de la trampa que nos tiende. Puesto que no podemos purificarnos por el fuego o por la poda, nos pide que hagamos limpieza en nuestro trastero. Para mí eso es, poco menos que imposible, sería una mutilación. Sólo cabe, desde mi punto de vista, el olvido y eso ya lo hace muy bien nuestra memoria.

Saludos cordiales.

Lo que no debemos hacer es paralizarnos porque algo nos salió o nos puede salir mal. Las experiencias vividas a mi nunca me han servido por la sencilla razón de que las circunstancias nunca son las mismas. Siempre y cuando no nos refiramos a trabajos manuales que es en el único caso que sirve la experiencia para ayudar a crear algo distinto. Siempre conviene probar a ver qué pasa.

Anonymous said...

O como decía Lagartija Nick en la canción "Énfasis", letra adaptación de los escritos de José Val del Omar: "Ojalá te ayude a respirar y arder / sin dejar rastro".

Aver si cuando te vea te doy un capón, por no venir a ningún concierto, descastao...

David

Anonymous said...

Ya veo que ultimamento tus temas son temas de los cuales hablé no hace mucho.
Esto es telepatia con lentitud :D

Hace algún tiempo, hablé sobre la necesidad vital - de vida, en la vida - de hacer ´reforestaciones´, verdaderas quemadas, en que ámbito sea.
Y hacer nacer de nuevo.

Porque en la naturaleza nada se destruye, todo se transforma, a que si?

C.

mario said...