Tuesday, December 29, 2009

LO QUE MÁS ME GUSTA ES RASCARME LOS SOBACOS O EL ARTE DE DEJAR PASAR LOS AUTOBUSES

Efectivamente, muchos ya intuirán de qué va esto. De mi verdadera vocación. Una vocación que nace siendo un apenas adolescente cuando me eché a la cara el siguiente relato de Baroja:

El Vago

Ser un vago me parece un destino sublime. Javier Krahe que es otro al que admiro mucho, lo explica de manera excelente: “Disfrutar de las mismas vacaciones que tus hijos”. Evidentemente, salvo que te llames Borja Thyssen, no nos es dado sino atenernos a la maldición bíblica de ganar el pan con el sudor de la frente. Vaya, cagada Adán, vaya cagada.

El caso es que durante mi vida laboral he logrado algunos éxitos notables: Conseguir durante quince años solo trabajar tres meses con jornada partida. A cambio, claro, he tenido que aceptar curros infames, turnos de noche, de madrugada… Todo con tal de que el tiempo laboral no anegara mis parcelas lúdico-holgazanas.

Ahora no es el caso. Los proyectos que me traigo en la sesera se me cuelan hasta a la hora del sueño. No puedo decir que me sienta satisfecho de la montaña rusa en que se han convertido mis días pero como dice mi madre: “Tu te lo has buscado”. Claro, madre, mucho mejor estaría de bedel en algún Ministerio (también es cierto que el mejor trabajo que he tenido era de portero nocturno en un edificio de apartamentos, habitado en su mayoría por unas putas simpatiquísimas). Los que me conocen saben que pienso que el trabajo no vale más que lo que ingresa en tu cuenta a fin de mes. Pero tomemos un poco de perspectiva…

La otra tarde iba a subir al autobús de regreso a casa. Con bastante retraso, como el gordo de Navidad que se resiste a salir, llegó el número que esperaba y una marabunta de viajeros se apelotonaron en la puerta. Empujones, insultos y una pobre chica con dos niños y un carrito de bebé que impedía cerrar las puertas; el conductor arreando al pasaje como ganado... En ese momento decido bajarme de ese autobús que ha desposeído al ser humano de toda cualidad admirable. Un minuto más tarde llega otro autobús de la misma línea: sentado en mi asiento, rascándome los sobacos, miro el autobús del que acabo de apearme y pienso que, en ocasiones, es todo un arte dejar pasar los autobuses. No sé si me explico, creo que no.

P.D.: No tengo ninguna intención de suicidarme.

2 comments:

poluzza said...

Animo Hermanito! ya veras que sonrisilla se te pone en la cara al leer tu blog dentro de un año cuando estemos forradossssss

E. López-Muñoz said...

Nunca he entendido a la gente que se aburre en su mes de vacaciones.
PD: Para suicidarse, un atropello por autobús en muy cutre. Mola más el rollo Karenina, si la Renfe lo permite, claro.