Wednesday, November 22, 2006

EREMITAS

En aquel tiempo en que las vacaciones se dilataban durante meses interminables, hubo varios veranos en Córdoba que han quedado difuminados en mi memoria como una sucesión de días ociosos de sol y piscina, entre los cuales sólo destaca alguna experiencia muy vivida. Una de ellas es la excursión que emprendimos en familia hacia una recóndita ermita erigida en lo alto de la Sierra del Brillante. Aquella ascensión era todo un reto para un niño de siete u ocho años pues se tocaba cumbre mediante una cuesta que salvamos casi trepando. Una vez en lo alto, se accedía a un modesto monasterio habitado en tiempos por una comunidad de ermitaños dedicados en exclusiva a orar y contemplar. Recuerdo la fascinación que experimenté ante tal descubrimiento y la historia de un monje que se hacía acompañar de una calavera con la leyenda “Como te ves yo me vi, como me ves te verás”.

Lo cierto es que desde entonces me han interesado los eremitas. Tiempo después de aquella excursión pasé ratos estupendos junto a Robinson Crussoe, leí y releí los versos de Fray Luis de León, aquellos de “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido...” y los de aquel pastor bucólico, Alberto Caeiro, surgido del interior de Pessoa. Aunque quizás mi favorito sea Thoreau que en su Walden hace una profusa crónica de lo acontecido en sus dos años de exilio de una sociedad con la que no comulgaba (medítenlo bien antes de lanzarse al texto: pueden terminar hasta la coronilla de los extensos pasajes sobre cómo se congela y descongela el lago del bosque). La mayoría de estas lecturas fueron tempranas, de antes de definir el reverso hostil de la sociedad. Me resulta curiosa tal intuición. Y aún más curioso que todas las personas que me han llegado al corazón lo han hecho respetando esta vocación.

Me parece poco recomendable el ideal del misántropo. Estamos programados para actuar en sociedad y aunque a veces se haga difícil, rechazar tal posibilidad supondría la amputación de uno de nuestros más valiosos atributos. Sin embargo, no siempre los grupos consiguen organizarse para propiciar un mayor bienestar del individuo y, como bien podría ser el caso, de cuando en cuando es bueno recluirse, replegarse a organizar las ideas, dado que la inercia de la grey es innegable. No obstante, en ocasiones, cuesta horrores lograrlo.

2 comments:

Anonymous said...

yo recuerdo cuando me llevabais a cazar GAMUSINOS en esos veraneos.... CABRONES!!!!

Anonymous said...

No me lo puedo, en mi pueblo pone lo mismo que en tu calabera sobre el portón principal del cementerio.

Como te ves me ví, como me ves te verás.

Mi pueblo por cierto es Bergondo